Los talibanes y Estados Unidos llevan años negociando una salida ordenada de tropas y el establecimiento de un régimen mínimamente estable, aunque sea en el nombre, sabedores de la complejidad étnica y religiosa del país pero, sobre todo, de su mosaico de tribus, grupos y clanes que dificulta la gobernabilidad del país.
La dimisión de Jim Mattis significó una aceleración en las negociaciones entre talibanes y Estados Unidos que llena de optimismo a los norteamericanos. De hecho se han llegado a referir a los talibanes como «Emirato Islámico de Afganistán» en los textos de Qatar, país donde se están llevando a cabo las negociaciones a dos bandas entre Washington y los talibanes refugiados en Quetta (Pakistán).
Al mismo tiempo Rusia está tratando de realizar negociaciones en Moscú entre las diferentes facciones afganas con el objetivo de establecer normas para el desarrollo del país, sobre todo teniendo en cuenta que las facciones políticas tribales cuentan con milicias y con el control de amplias zonas del país. Por ejemplo; regiones del norte como el Valle del Panshir han estado bajo el control de los tayikos, de hecho esta milicia es extremadamente antitalibán y hoy continúa activa y en manos del hijo de su fundador y gran líder carismático Ahmad Shah Masud, asesinado el 9 de septiembre de 2001 por talibanes.
Hoy esta milicia la gobierna su hijo Ahmad Masud cuyo fin es organizar una oposición política que establezca un juego parlamentario estable en un país inestable, ya que el gobierno afgano regido por el Presidente Ashraf Ghani no es reconocido por los talibanes que, por otro lado, controlan amplias zonas del país, tienen dinero, poder, milicianos y apoyo de la población (sobre todo de las zonas rurales). De hecho las reuniones entre Estados Unidos y talibanes se llevan a cabo a espaldas de este gobierno aunque está bien informado por la CIA.
Sin embargo el Presidente y sus grupos clientelares y políticos temen que el nuevo modelo de estado les saque del espectro político convirtiendo su gobierno en un mero ejecutivo de transición que obligue a su salida para evolucionar hacia el nuevo modelo de integración en el que ellos no tendrían cabida, lo cual amenaza tormenta y conflictos entre el poder actual afgano, débil, urbano y sostenido por Estados Unidos, y el nuevo poder del eventual Emirato Islámico de Afganistán.
Estados Unidos se compromete a irse del país y reconocerles a cambio de que Afganistán no acoja a grupos terroristas como hizo en el pasado. De hecho la guerra de 2001 se llevó a cabo porque el gobierno del Emirato Islámico de Afganistán acogió y protegió a Al Qaeda y a Usama Bin Laden obligados por las leyes del Pashtunwali.
Hoy Estados Unidos no quiere volver a verse en esa encrucijada y pide a Afganistán ese compromiso que, entre otras cosas, limita las relaciones con Irán ya que a pesar de la rivalidad entre sunitas y chiitas. Los afganos pertenecen, en su gran mayoría, a grupos étnicos iranios que tienen relaciones cordiales con sus hermanos persas, pashtunes o baluchíes tras las líneas iraníes. Aunque las relaciones hayan sido tensas como cuando casi estalla la guerra entre Irán y Afganistán en 1998.
El acuerdo puede intentar contener la influencia iraní en el eventual Emirato Islámico de Afganistán y evitar reivindicaciones irredentistas del Pashtunistán a costa de territorios pashtunes de Pakistán, lo que enfrentó a la República de Afganistán (1973-78) con los pakistaníes por las reivindicaciones pastunes en este territorio. Sin embargo el país que peor sale parado es la India, que veía una oportunidad de avance geopolítico en el centro de Asia usando como pivote Afganistán a través de los acuerdos de la India con Irán por el uso y disfrute del puerto de Chabahar en el Golfo pérsico…a través de ahí India tenía planeado llegar a Afganistán y proyectarse en las regiones Centroasiáticas, lo que contrarrestaría la influencia pakistaní en la región y en Kabul.
Sin embargo Pakistán, que teme el juego indio de abrirle una frontera enemiga en el occidente del país, ha jugado las cartas de su influencia en Afganistán heredada de la guerra de los años ochenta, del apoyo a líderes guerrilleros como Gulbudin Hekmatiar y demás talibanes, al apoyo al narcotráfico y sobre todo a la compleja infraestructura de inteligencia creado por el ISI (servicio secreto pakistání) en Afganistán.
Sin embargo Pakistán también ha actuado abiertamente a la hora de facilitar la desradicalización de los talibanes llegando incluso a asesinar líderes de este movimiento previamente apoyados por ellos; ese fue el caso de Maulana Samiul Haq en lo que fue un asesinato afortunado dentro del país tanto para la minoría cristiana que estaba temiendo las represalias por la absolución de Asia Bibi como por parte de Estados Unidos y los líderes moderados de los talibanes que le querían fuera de juego cuanto antes.
Lo cierto es que se abre un nuevo panorama político en un país que lleva décadas de guerra ininterrupida, cuya masa poblacional es mayoritariamente pobre y cuyos ratios de desarrollo son de los peores del mundo. Un dato interesante: los talibanes gobiernan más de la mitad del país pero su control es en zonas rurales mientras que las ciudades están bajo control del gobierno de Ahsraf Ghani.
El reto ahora es configurar un país unido en sus múltiples étnias y religiones. Los pastunes, por ejemplo, son iranios sunitas; los hazaras túrquicos chiitas y los kalash iranios paganos de las montañas del extremo oriente del país. Una configuración explosiva. Sin embargo tras cuarenta años de guerra: Guerra soviética de Afganistán (1978-1989) aunque continúo con el gobierno socialista luchando en solitario hasta 1992, esto seguido de la Guerra Civil de Afganistán desde 1992 hasta el 2001 y la actual guerra estadounidense de Afganistán 2001-presente.
Tenemos una gigantesca guerra civil de Afganistán desde 1978 hasta el presente año 2019 y los líderes tribales no sólo están cansados de guerra sino que la población del país está exhausta y las arcas vacías a pesar de que Estados Unidos haya gastado más dinero en Afganistán que en todo el Plan Marshall en Europa tras la Segunda Guerra Mundial.
Por lo que el riesgo de guerra interna en Afganistán es real y existe pero todos están cansados. Si los líderes políticos son capaces de renunciar a sus ejércitos privados y no caen pronto en rencillas tribales volviéndoles a ver inmersos en guerras de clanes Afganistán puede tener un futuro estable dentro de su terrible situación. Por otro lado otro foco de conflicto es la estructura territorial que enfrenta a los talibanes que desean un estado centralizado y los uzbekos, tayikos y kirguises que prefieren un modelo de estado federal, sin embargo estas cuestiones deberán negociarse internamente durante el proceso constituyente del nuevo modelo de Estado.
Ahora el reto son las elecciones del 28 de septiembre, que cuenta con el boicot de los talibanes y la sombra del fraude sin embargo el obstáculo más grande a salvar es la lucha contra el terrorismo: Al Qaeda y Estados Islámico se convierten ahora, con sus redes en el país, en el enemigo a batir por el nuevo Afganistán…(Foto: Screenshot)
Por Koldo Salazar López