En el año 2007 Irán decidió construir un muro de seguridad con el vecino Pakistán, la construcción sustituiría una serie de vallas metálicas y alambres de espino intermitentes por un sistema de muros de hormigón, terraplenes y fortalezas con torres de control que les permitiera luchar contra la problemática que atraviesa la región.
Más allá de la cuestión del terrorismo o los grupos armados baluchíes que copan ambos lados de la frontera, Irán decidió iniciar este proyecto para luchar contra la inmigración ilegal, el contrabando y el narcotráfico que llega desde Pakistán y Afganistán.
Este proyecto implica el traslado de miles de policías, tropas regulares y miembros del Sepah e Pasdarán. El gobierno de Pakistán, que mantiene buenas relaciones con Irán, ha declarado que no ve como una amenaza la construcción, fortificación de la frontera ni el incremento de tropas en la zona. Eso, incluso, podría mejorar la colaboración transfronteriza entre ambos países.
Las relaciones entre los gobiernos de Irán y Pakistán han sido siempre amistosas, cordiales y se han basado en principios comerciales y de seguridad mutua en una región inestable. El hecho de que Pakistán sea uno de los grandes aliados de Estados Unidos en la región de Asia Central no ha sido un obstáculo para que ambos países se entiendan.
Este entendimiento va más allá de una mera cuestión geopolítica sino que tiene que ver con las tensiones internas que azotan el país por cuestiones irrendentistas o abiertamente separatistas como el caso del Pastunistán que afecta a Pakistán, el problema del Kurdistán en los iraníes y, por último, el problema baluchi que afecta a los dos estados.
Los baluchíes son un grupo étnico perteneciente a la familia irania que ha generado problemas en las regiones irano-pakistaníes; el Baluchistán, al ser una región compartida entre ambos países ha provocado una fuerte oposición de esta población a ambos gobiernos y a ambos lados de la frontera han creado grupos de oposición.
En Pakistán la oposición es nacionalista y mucho más virulenta que en Irán. Las revueltas contra el gobierno de Islamabad han ido siendo periódicas desde 1948, la última revuelta se produjo en 2004 y aún continúa dándose de forma esporádica con levantamientos, ataques y conflictos sociales y étnicos.
En Irán las revueltas no se han producido pero ha ido creciendo un sentimiento nacionalista entre la población baluchí que ha ido profundizando en la región debido a la diferencia religiosa entre el resto de etnias de Irán que pertenecen al Islam chiita duodecimano y los baluchíes que son musulmanes sunitas.
En este caso la oposición se ha ido dando por cuestiones de trato debido a que en la región del Baluchistán iraní las decisiones que implican el establecimiento de medidas, como las de seguridad, llegan directamente desde Teherán sin pasar o consultar a la Asamblea Provincial de Baluchistán que, por ejemplo, protestó por la creación del muro ya que dañaría el tránsito entre los comerciantes en la región así como a los agricultores cuyas tierras se verían reducidas por el establecimiento de estas medidas de seguridad.
Sin embargo el que no exista, como en Pakistán, un conflicto abierto con revueltas periódicas no significa que las tensiones sean baladíes en la región; la existencia de ataques terroristas periódicos como los atentados de Zahedán de 2007 (donde murieron 18 personas), el secuestro de 31 camioneros iraníes en Chabahar, que fueron liberados por las fuerzas especiales pakistaníes o el atentado de 2019 que mató a 27 personas en Baluchistán.
La creación de un movimiento mezcla de salafismo con nacionalismo baluchí ha tejido una red en ambos países que hace difícil el seguimiento tanto de sus santuarios como de sus componentes, estructuras, red de bases o viviendas que plagan la zona ya que muchas veces, en los secuestros realizados, las víctimas son transferidas de uno a otro lugar.
Tras el fin del grupo terrorista baluchí Jundallah en 2012 este se dividió en Jaish ul Adl y Harakat Ansar Iran que aprovecharon y aumentaron sus redes en la zona implicándose en el tráfico de drogas; especialmente heroína, para financiarse en lo que es la cadena del narcoyihadismo internacional por lo que el refuerzo de esta frontera tiene mayores matices ya que no sólo se lucha contra el grupo en sí sino contra su estructura financiera y, de paso, se evita un problema de salud pública que causó estragos en Irán durante la década del 2000.
El flujo de inmigración proveniente de Afganistán que, para evitar los férreos controles de la frontera afgano-iraní se desvían hacia el sur, a Pakistán, y de ahí penetran en territorio iraní para establecerse como ilegales (en su minoría) ya que la mayoría cruza el país rumbo a Turquía y Europa, sin embargo este trasiego a través de las fronteras iraníes con Pakistán hacían necesario el refuerzo de la región.
Así como del estraperlo, el contrabando de productos legales pero que son más baratos a uno y otro lado de la frontera ha creado una red de contrabandistas y mercado negro que afecta a ambos países en cuestiones como el tabaco, azúcar o té, entre otras cosas.
En todo caso el gobierno de Teherán ha realizado esta obra fronteriza para reforzar sus posiciones en la zona e Islamabad colabora con Irán con el refuerzo regional controlando la problemática terrorista, de narcotráfico y contrabando.
De hecho en la reunión entre el Presidente iraní Hassan Rohaní y el Premier pakistán Imram Khan se llegó a la conclusión de crear un espacio de seguridad para acabar con el terrorismo, lo que refuerza la construcción de la fortificación en la frontera así como el inicio de las exportaciones de petróleo y gas a Pakistán y la profundización de las relaciones comerciales entre ambos países, de hecho Pakistán se ha convertido en el gran intermediario entre Irán y Arabia Saudí debido a las buenas relaciones con ambos países. (Foto: Wikimedia Commons)
Por Koldo Salazar López
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