Los crímenes de la Casa Saud de Arabia

Arabia Saudí es un reino absolutista y feudal, una propiedad de la dinastía de los Saud que se unieron al clérigo Muhamad Ibn Abdul Wahab (fundador del Wahabismo) ya en el siglo XVIII.

Esta ideología radical dio a los saud la cobertura religiosa para hacerse, doscientos años más tarde, con el país y convertirse en los guardianes, por no decir secuestradores, de los lugares más sagrados del Islam (Meca y Medina). Pero los saud no solo secuestraron estos lugares, sino que secuestraron el Islam, transformándolo a través de doctrinas radicales que únicamente les beneficia a ellos. Antes del petroleo la única manera de expandir el Wahabismo y el Salafismo, era mediante la captación de peregrinos que iban al Hajj (peregrinación a la Meca, uno de los pilares más sagrados del Islam).

Después del descubrimiento del petroleo en Arabia y el aumento masivo del patrimonio de estas dinastías, no solo la saudí sino la de los emiratos del golfo pérsico, se embarcaron en un proceso de ingeniería religiosa para eliminar las diferentes tendencias del Islam suní e imponer la suya.

¿Cómo lo hicieron? mediante la financiación de mezquitas y madrasas en todo el mundo islámico, y no islámico, que se dedicarían a expandir el mensaje wahabista alrededor del mundo. Formaron a los futuros imames, sheij y muftis, en un lento proceso, para imponerse. La tecnología no les ha venido nada mal en su plan, ya que han usado la televisión y programas de internet para hacer llegar su mensaje a través de canales oficialistas y lo han logrado.

Hoy el mundo islámico, por los esfuerzos de los saud, es cada día más inseguro y está mutando hacia un radicalismo que afecta a todo el mundo, y que lleva años imponiéndose sin freno. El poder de los petrodólares saudíes ha permitido a estos abrirse paso en decenas de países e invertir en negocios que les generan pingües beneficios, pero también financiando mezquitas, bajo su control, en todo el mundo. Desde España hasta Inglaterra o Sudamérica.

Arabia en el panorama internacional

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Los saudíes no solo han ido expandiendo su idea radical a través de la financiación de madrasas y mezquitas, sino mediante la injerencia en los asuntos internos de los estados islámicos del mundo. Desde su posición de guardianes de las ciudades sagradas, uno de los grandes anhelos de los saud es convertir a Arabia en el faro, la cabeza y la potencia regente en el Islam y para ello no duda en usar sus alianzas internacionales con Estados Unidos, su gran aliado, para imponer su agenda. En la guerra de Afganistán contra los soviéticos, los saud no dudaron en inmiscuirse y financiar a Osama Bin Laden, emparentado con la familia real, para derrocar a los comunistas afganos, para ello los Saudíes, con apoyo de Pakistán, financiaron Al Qaeda y les ayudaron a crecer.

En Chechenia, durante las guerras del cáucaso, (1994-1996) los chechenos que después de la disolución de la URSS luchaban por la independencia de Rusia sufrieron la injerencia saudita. En aquel conflicto los saudíes introdujeron a un personaje, que más tarde se convertiría en comandante de una brigada internacional de voluntarios (Muyahideen). Este era el comandante Ibn Al Jatab, se encargó de radicalizar las posiciones chechenas no en sentimientos nacionalistas sino en sentimientos de Yihad. Transformó la sociedad chechena de un mundo sufí a un mundo wahabista, convirtiendo al wahabismo a Samil Basayev, el antiguo candidato presidencial checheno. El wahabismo ha ido desapareciendo progresivamente de chechenia después de la reintegración en la federación rusa y bajo los gobiernos de Ahmed y su hijo Ramzam Kadyrov.

En la primavera Árabe, los saud ayudaron militarmente a la dinastía de Bahrein a reprimir a los chiítas bahreiníes, que representan el 75% de la población total del emirato frente a una minoría suní del 25%. Esta minoría suní, apoyada por Arabia Saudí y Estados Unidos, oprime a la gran mayoría chiíta, que no puede acceder a puestos militares ni políticos de relevancia, ya que existe un corte en la administración que impide la escalada social de esta mayoría religiosa para evitar que logre cotas de poder.

Durante la Guerra en Siria grupos terroristas como Al Nusra (pertenecientes a Al Qaeda) o el Estado Islámico (un nuevo grupo terrorista nacido de Al Qaeda) han disfrutado de ayudas y financiación saudí a fin de derrocar al presidente Bashar Al Asad, laico, moderno y chiíta. El objetivo de Arabia es derrocar al gobierno baathista y llevar al poder a grupos wahabistas (como ocurrió en el Afganistán de los talibán) con un fin doble: ganar influencia en la zona y convertirse en la potencia hegemónica en Oriente Medio y arrinconar a Irán. De ahí sus esfuerzos (coordinados con Turquía y los Emiratos del Golfo pérsico), aunque si bien los emiratos del golfo poseen la misma agenda, grosso modo, que Arabia, la cuestión Turca es, sin embargo más compleja.

La intervención saudí en Yemen, que se está demostrando como su Vietnam particular, está poniendo de relieve la lucha que tiene contra los chiítas. En Yemen existe una coalición liderada por Huthies (milicia chiíta Yemení) y miembros del ejército yemení contra Arabia Saudí, milicias yemenitas y Estado islámico, que ha conquistado zonas del país.

El objetivo consiste en evitar que los chiítas de Yemen tomen el poder cuando allí son un grupo mayoritario en este país desolado por las constantes injerencias militares extranjeras, por la presencia de Al Qaeda en su territorio y por los eventos posteriores a la primavera Árabe. Los saud pretenden evitar el establecimiento de un estado chiíta que inspire a los chiítas Saudíes (40% de la población) a alzarse, teniendo en cuenta que los chiítas saudíes viven en un estado de persecución y discriminación constante.

Podríamos concluir que en política internacional Arabia Saudí es un aliado peligroso que intenta imponer su agenda radical y wahabista, sirviéndose de la agenda de otras potencias (Inglaterra, Estados Unidos o Israel) a fin de convertirse en la potencia islámica hegemónica en Oriente Medio. Lo cual vendría muy bien a Occidente, ya que arrinconaría a Irán y, por ende, a Rusia de la zona geoestratégica y energética más importante del mundo. Para ello los Saud se sirven de su estratégica posición para lograr sus objetivos a través de grupos terroristas que han asolado países y que han destruido y desquiciado sociedades como la iraquí, sumida en la violencia sectaria desde 2003 tras la invasión de Estados Unidos.

No hay que olvidar que todos estos pecados son perdonados a Arabia en pos de su riqueza energética y poder dentro de la OPEP, su capacidad de suministro energético a Occidente y su capacidad de inversión económica. Esto les hace altamente solicitados por jefes de estado y de gobierno como inversores en sus países o intermediarios entre empresas nacionales y diversos tipos de negocios que van desde la construcción, empresas petroleras o inversiones etc.

Arabia Saudí en la política interna

Los saud consideran que Arabia es su propiedad. Hasta tal punto es así que el país lleva el nombre de su propia familia dinástica, es como si Reino Unido se llamara Reino Unido Windsor o España, fuese nombrada como España Borbón. Esto denota lo fina y borrosa, por no decir inexistente, frontera entre el patrimonio real y el patrimonio público. Arabia Saudí es un reino sin Derechos Humanos de ningún tipo. Un país gobernado con mano de hierro a través de las leyes religiosas islámicas de la rama wahabí (Sharía).

El país es un despropósito y puede que sea uno de los regímenes más brutales, discriminatorios e inhumanos del mundo.

Situación de la mujer

Arabia Saudí practica un apartheid de género en el cual se establece un sistema de discriminación y segregación desde el nacimiento hasta a muerte. De hecho la fuerza de trabajo de la mujer en Arabia Saudí representa el 5% del total, la más baja del mundo. Las mujeres saudíes estarán siempre por debajo del hombre, incluso en los aspectos jurídicos ya que su testimonio vale la mitad que el de un hombre en un proceso judicial, de hecho la equiparación judicial o social de la mujer en la esfera pública encuentra resistencias dentro de la familia real saudí, el gobierno, los ministerios y la sociedad. La segregación llega hasta tal nivel que existen zonas separadas para la mujer en las casas e incluso entradas separadas de los hombres.

El sistema por el que una mujer se rige es el de la tutela masculina, el varón quien rige el destino de la mujer. Por lo tanto es incapaz de decidir sobre cuestiones como su educación, salud, desarrollo empresarial, actividades laborales, viajar, realizar gestiones económicas o abrir cuentas bancarias, la compra de ciertos bienes o la realización de trámites ante organismos públicos o privados. Todo esto únicamente puede ser realizado con la compañía o bajo la autorización de su tutor que puede ser su padre, hermano, marido o hijo.

El apartheid de género llegó hasta tal punto que se prohibió a las mujeres el conducir, las que protestaron fueron sancionadas (con sus maridos) con la prohibición de viajar al extranjero durante un año, las que trabajaban fueron despedidas y se las nombró, junto con sus maridos, desde las mezquitas, una a una, a fin de humillarlas y acusarlas de destruir la sociedad musulmana.

La situación llega hasta tal punto que se estima que en Arabia existen unos 70.000 apátridas debido a que las madres no pueden tramitar solas la nacionalidad de sus hijos recién nacidos. Sin el apoyo de su tutor los hijos no pueden ser inscritos ni obtener su nacionalidad.

Discriminación étnica y religiosa

Arabia, bajo el gobierno de los saud, ha sufrido una degradación en todos los aspectos sociales que lo han convertido en lo opuesto de las naciones desarrolladas de Oriente Medio y el mundo. La discriminación ataca a varias minorías, empezando por la religiosa. En Arabia solo existen musulmanes, pero no todos los musulmanes son sunitas sino que el cuarenta por ciento de la población profesa el Islam chiíta.

Los chiítas han sido siempre perseguidos y discriminados por los wahabistas y, obviamente, los saud no iban a ser una excepción. En 2009 Human Rights Watch declaró que en Arabia “discriminación sistemática en religión, educación, justicia y empleo”. Los chiítas son apartados de trabajos críticos y no existen ni ministros, alcaldes, jefes de policía, oficiales del ejercito, profesores de religión, jueces o testigos en procesos judiciales o diplomáticos chiítas de nacionalidad saudí, ya que esos trabajos les están vedados.

Ali al-Ahmed, analista saudí especializado en temas políticos y relaciones internacionales de los países del golfo y ex Director del Instituto de Asuntos del Golfo ante el «Cónclave de Derechos Humanos del Congreso de EE.UU.» («Tom Lantos Human Rights Commission») declaró: «Arabia Saudita es un claro ejemplo de apartheid religioso. Las instituciones religiosas deesde los clérigos del gobierno a los jueces, a los planes de estudios religiosos, y todas las instrucciones religiosas en los medios de comunicación se limitan a la comprensión wahhabí del Islam, a la cual adhiere menos del 40% de la población. El gobierno saudí comunizó el Islam, monopolizando ambos pensamientos y prácticas religiosas. El Islam wahhabí es impuesto y aplicado a todos los saudíes, independientemente de sus orientaciones religiosas. La secta wahhabí no tolera otras creencias religiosas o ideológicas, musulmanes o no. Todos los símbolos religiosos de los musulmanes, cristianos, judíos y otros creyentes están prohibidos. La embajada saudí en Washington es un ejemplo vivo de apartheid religioso. En sus 50 años, no ha habido un solo diplomático musulmán no sunnitas en la embajada. La sede de la “Imam Mohamed Bin Saud University” en Fairfax (Virginia) instruye a sus alumnos que el Islam chiíta es una conspiración judía«.

– En el año 1988, Abd al-Aziz ibn Baz, el principal líder religioso del país mediante una Fatwa declaró: «Algunas personas dicen que los rechazantes (Rafidha, es decir, los chiítas) son musulmanes porque creen en Dios y su profeta, oran y ayunan. Pero yo digo que son herejes. Ellos son el enemigo más feroz de los musulmanes, que deben tener cuidado con sus complots. Deberían ser boicoteados y expulsados para que los musulmanes eviten su maldad

Hasta tal punto llega la discriminación en Arabia hacia los chiítas que no se les permite celebrar erl día de la Ashura, uno de los más importantes en el cual se conmemora el martirio del imam Huseyn, nieto de Muhammad. Las autoridades saudíes consideran cualquier protesta o manifestación chiíta como un agravio o ataque contra el régimen dictatorial y absolutista de Riad. Esta discriminación genera que cualquier chiíta, hombre o mujer, sea detenido o acusado por cuestiones triviales como vender ropa, dar clases de corán o rezar cerca de las tumbas de los familiares del profeta Muhamad. Esta persecución se hace extensiva a los hanafíes, barelvíes o ismaelitas saudíes, perseguidos todos ellos por las autoridades wahabistas.

El caso más brutal y reciente contra los chiítas se produjo en el mes de Enero de 2016 cuando el influyente Sheij chiíta de Arabia Saudí. Nimr Baqr Al Nimr fue ejecutado junto a 46 chiítas más por participar en las protestas de la primavera árabe saudí.

Estos hombres buscaban luchar contra la discriminación que sufrían en el país y por ello fueron acusados del delito de sedición de la provincia árabe de oriental y por espionaje a favor de Irán, cargos que aún no se han podido demostrar. Los saud ejecutaron la condena el día 2 de Enero ejecutando al clérigo Chiíta Árabe y abriendo una grave crisis internacional entre Irán y Arabia Saudí, amenazando con encender, aún más, la violencia sectaria en todo el Oriente Islámico.

En 2019, un taxista saudí degolló a un niño de 6 años delante de su madre cuando descubrió, durante la peregrinación a la mezquita de Muhammad en Medina, que los viajeros que llevaba eran chiitas. El terrorista wahabista sacó al niño del coche y le degolló delante de su madre, por su condición de chiitas ni las autoridades ni los transeúntes intervinieron.

Política de libertad religiosa

Arabia Saudí no reconoce la libertad religiosa y todos los cargos políticos están vedados a los no musulmanes, ya que ni el gobierno ni la sociedad en general acepta que la religión y el estado estén separados por lo que las minorías de Arabia, como los judíos o cristianos, no pueden realizar sus celebraciones religiosas en público ni pueden realizar actos de proselitismo, esto es ilegal y está gravemente penado. En el caso de que un Saudí se declare ateo o cambie de religión o se pase al chiísmo le espera una dura condena que puede ir desde el castigo físico hasta la muerte por ateismo o apostasía.

También existe una unidad policial «anti brujería» que castiga con azotes, la prisión o hasta la muerte a personas acusadas de «brujería» o «hechicería». En 2011, la «Unidad Anti-Brujería» procesó más de 586 casos por delitos de magia y en 2012 hubo 215 arrestos realizados este delito.

Ejecutados por hechicería en Arabia Saudí:

Mustafa Ibrahim, farmacéutico egipcio decapitado en Riad en 2007;

Muree bin Ali bin Issa al-Asiri, se hallaron talismanes en su poder y fue ejecutado en la región de Najran en Junio de 2012;

Amina bin Salem Nasser, ejecutada en diciembre de 2011 en Al Jawf;

Abdul Hamid Bin Hussain Bin Moustafa al-Fakki, un trabajador migrante sudanés ejecutado en un estacionamiento de autos en Medina el 20 de septiembre de 2011;

El poeta palestino Ashraf Fayad de 35 años será decapitado en Arabia por Apostasía, negar el Islam;

Mohammed bin Bakr al-Alawi, ciudadano saudí ejecutado en agosto de 2014 en Al Jawf.

Libertad política, de prensa y comunicación

En Arabia Saudí existe una fuerte censura y control sobre los medios de comunicación, vídeo o prensa, televisión, radio e internet a fin de evitar dar cobertura a opiniones opositoras al régimen. La censura sobre las opiniones ha llegado a abrir procesos judiciales que se han internacionalizado, como:

-Caso Fouad al-Farhan: encarcelado durante cuatro meses por criticar a figuras empresarias, religiosas y mediáticas;

-El novelista saudí y analista político Turki al-Hamad: fue detenido por orden del ministro del interior, el príncipe saudita Mohammed bin Nayef, por unos comentarios sobre religión y política en 2012, fue liberado;

-El caso Waleed Abu-al Khair: de 2015, destacado abogado de derechos humanos, fundador de «Monitor de Derechos Humanos en Arabia Saudita», ganador del Premio Olof Palme del año 2012 por actos favor a los derechos humanos, fue sentenciado a 15 años de prisión por un tribunal penal especial en Riad por el cargo de «ofensas»;

El caso Raif Badawi: el más famoso de todos. Este joven saudí regentaba un portal web en el que se discutía sobre cuestiones religiosas y políticas en el cual realizaba una lucha por los derechos humanos. El 1 de septiembre de 2014, Raif Badawi fue condenado en firme a la pena de 10 años de prisión, recibir 1.000 latigazos, prohibición de viajar durante 10 años, a la prohibición de utilizar medios informáticos y a una multa de un millón de riyales saudíes (lo que equivale a unos 266.600 dólares estadounidenses). Se le considera un preso de conciencia.

El caso Jamal Khashoggi: tan famoso como el de Raif Badawi por las increíbles repercusiones internacionales de esta polémica que consistió en la tortura, asesinato y desmembramiento del cuerpo de Jamal Khashoggi, un periodista disidente que antaño fue muy cercano a la familia real saudí y que fue asesinado en el consulado saudí en Estambul (Turquía) por sus opiniones sobre los nuevos líderes de la monarquía árabe, concretamente sus crítica a Mohamed Bin Salmán, príncipe heredo y que ha acabado en un escándalo en el cual Alemania ha roto los contratos de venta de armas al régimen de Riad, Estados Unidos a pesar de no sancionar al gobierno, porque es su aliado, si ha criticado esta decisión así como Erdogan, Presidente de Turquía u otros países del entorno.raif-badawi2-600x348-777x437

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Jamal Khashoggi, asesinado por agentes saudíes en Estambul

Trata de personas y explotación

Miles de personas de Centroasia, Sudeste Asiático y África acuden a Arabia Saudí para realizar labores de poca cualificación. Realizan labores como empleados domésticos y, en estos casos, los trabajadores se ven en condiciones de explotación esclavista. Muchas, además, tendrán que mantener relaciones sexuales con su «jefe» o «dueño». Otras serán llevadas o secuestradas para ser explotadas sexualmente en Arabia Saudí.

La explotación sexual o laboral hacia otras personas hace que muchos hombres saudíes se casen con menores, muchas veces menores de 10 años, en el Sudeste asiático, Pakistán, Yemen, Mauritania o países de África a fin de llevarlas a Arabia Saudí. En ese país tendrá todos los derechos sobre su mujer, que es considerada una «cosa».

El futuro que les espera es ser concubinas, esclavas sexuales o trabajadoras domésticas, aunque también pueden ser obligadas a ejercer la prostitución. Esto no únicamente se ha dado en países del tercer mundo, sino que mujeres de Estados Unidos o Europa han sido enamoradas por estos hombres, con los que se casaron, y fueron llevadas a Arabia Saudí bajo la creencia de vivir una vida con su esposo y, al llegar, se han encontrado cosificadas, sin derechos de ningún tipo y al servicio de un explotador sexual o laboral.

Los trabajadores migrantes tampoco tienen ningún tipo de legislación laboral a la que atenerse, por lo que se convierten en presa fácil para explotadores. Estas leyes no les protegen en caso de sufrir lesiones por sus actividades laborales. Si sufren accidentes no tendrán ningún tipo de protección o pensión por invalidez.

Como hemos visto Arabia Saudí dista mucho de ser un paraíso, más bien es un infierno brutal, dictatorial y hostil hacia cualquier tipo de disidencia o visión no rigorista del Islam y de su sociedad, claramente estamentada y segregada por cuestiones de sexo, religión y raza. Este es el gran aliado de Occidente, un país financiador del terrorismo internacional que se pretende erradicar, un país que viola constantemente todas y cada una de las normas de Derechos Humanos y que, paradójicamente, fue nombrada por la ONU como defensora de los Derechos Humanos en el pasado año 2015.

El poder y la indulgencia internacional hacia el régimen dictatorial y absolutista de Riad se debe a su posición de aliado estratégico y de primer generador de petroleo del mundo. (Foto: Wikimedia Commons)


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