El caso Jamal Khashoggi

La práctica del periodismo y del análisis internacional no es fácil, estamos sometidos a una gran presión que muchas veces obliga a autocensurar nuestras opiniones o conclusiones, si bien este nunca ha sido mi caso, si es cierto que muchos compañeros han tenido que mutilar su pluma para poder seguir trabajando y ganándose el jornal, amén de vivir tranquilos, sin presiones ni amenazas directas, indirectas, veladas o a tu entorno.

En Europa, que camina por la senda de la dictadura y de la censura por culpa de los talibanes de lo políticamente correcto, inquisidores de baratillo que escrutan expresiones, frases y escritos buscando la forma de destrozar y despedazar, con el apoyo de todo este sistema compuesto de parásitos, gañanes y haraganes, a cualquiera que les moleste.

No se diferencian mucho de los wahabistas saudíes en ese reino que tan amigo nuestro es pero que viola sistemáticamente las convenciones internacionales, es como si desde Riyad retaran a la comunidad internacional haciendo lo contrario de lo que se aconseja. Arabia Saudí es un estado que financia el yihadismo internacional ya que es su forma de lograr peso internacional, jugando con los pingües beneficios del petróleo que, al fin y al cabo, es lo que les brinda, amén de ser uno de los grandes aliados de Estados Unidos, mano de Washington en la OPEP y, como no, uno de los puntales más importante del sistema del petrodolar.

Debido a eso, y a su increíble poder económico que compra voluntades y penetra como los tentáculos de un pulpo en todos los recovecos que puedan dañar su reputación, sin embargo los grandes enemigos de Arabia Saudí, Irán, Siria o Yemen son mediaticamente machacados, a pesar de que estos países, salvo Irán, están siendo machacados por ellospero chitón. NI una palabra.

Los pontífices de las libertades, los medios de comunicación de masas, reconvertidos hoy en panfletos farragosos al servicio de lobbys varios, países como Qatar o Arabia Saudí e intereses varios, siempre y cuando tengan buena chequera, obvian el caso Raif Badawi, el genocidio de Yemen, la implicación de los saudíes en el yihadismo internacional, el maltrato a los trabajadores o las purgas que se han vivido hace poco.

Pues en toda esta miasma nos encontramos con el caso Jamal Khashoggi, un periodista saudí crítico con el sistema de su país, aunque con lazos con la familia real pero que se oponía al creciente poder de sectores reaccionarios y sobre todo al incremento de la influencia de las ramas más radicales del wahabismo.

Al contrario de lo que ocurre en Europa y, concretamente en España, que se cree que para ser un disidente debes odiar a tu país a muerte cuando el verdadero disidente, como Khashoggi, realmente lo ama y busca lo mejor, por lo cual se enfrenta al sistema o a parte de él para poder mejorar la situación, era un hombre comprometido con su país que buscaba la modernización pausada del país.

Cierto es que no condenó, al principio, la agresión a Yemen que incluso pensó que era necesaria aunque rectificó en el futuro, sobre todo después de las purgas de periodistas, muchos de ellos en la cárcel o exiliados. Él fue uno de los que optó por el exilio después de recibir presiones y de ser removido de diversos puestos, entre ellos el de director de Al Watan o el cese de su columna en El Hayat.

El exilio le llevó a Estados Unidos y a escribir en el The Washington Post, desde donde cuestionaba la situación de su país como disidente pero sin atreverse a cruzar la gran línea roja, criticar a la dinastía de los Saud y a la monarquía. Sin embargo sus críticas y exposiciones, particularmente su defensa de los derechos de los periodistas detenidos y la libertad de prensa en este medio le dio cobertura internacional, sacándole del mundo árabe y situándolo como un gran periodista internacional.

El drama comienza el 2 de octubre de 2018 cuando acude al consulado de Arabia Saudí en Estambul para obtener sus papeles del divorcio, necesarios para poder casarse de nuevo, y ahí se le pierde la pista. Existían entonces dos teorías, la saudí, que declara que Khashoggi obtuvo sus documentos y abandonó las instalaciones diplomáticas con normalidad y la versión turca (apoyada por el entorno de Khashoggi) que declararon que jamás abandonó el edificio, de hecho en la revisión de las cámaras de seguridad en ningún momento se le ve abandonar el edificio, concluyendo los agentes turcos que Khashoggi estaba dentro del lugar.

Sin embargo su status era dudoso, una línea de investigación tenía la teoría de que está retenido contra su voluntad.  Sin embargo  se acabó resolviendo que fue torturado y asesinado en el consulado por un grupo de inteligencia saudí de secuestros y asesinatos que trocearon el cadáver y lo sacó de las instalaciones de la misión diplomática en coches ha quedado confirmado por la grabación del reloj inteligente de Khashoggi, que envió los datos a su IPhone y a la nube, a pesar de los intentos de los agentes de seguridad saudíes no se pudieron borrar estos datos que, ahora, están en manos de los servicios turcos.

Los servicios de seguridad turcos están dosificando la información debido a la crisis diplomática que puede estallar entre Turquía y Arabia Saudí en un momento de gran tensión entre Ankara y Riyad. Sin embargo esto no es ni una teoría sino una supuesta filtración que no ha sido verificada.

El caso es que Khashoggi ha sido asesinado por agentes gubernamentales en un tercer país. Este país, Arabia Saudí, que asesina a sus propios ciudadanos y periodistas es un aliado de occidente y es tratado como un estado amigo de primer orden, a pesar de que Trump ha prometido castigar a los saudíes si se demuestra que han realizado este crimen. Sin embargo Arabia Saudí sigue siendo un estado peligroso por sus vinculaciones con el terrorismo yihadista y con las versiones más radicales del Islam, es un país tóxico que es intocable por su poder económico que es capaz de comprar la voluntad de gobernantes, medios de comunicación y lobbys para que oculten sus crímenes y suavicen su imagen cuando, en realidad, es uno de los estados más peligrosos de la tierra.

En otro orden de cosas, el ejercicio del periodismo se ha cobrado la vida de decenas de periodista, fotógrafos, analistas y demás personal ligado al mundo de la información en diferentes lugares, desde América Latina hasta África, Oriente Medio, Asia o Sudeste asiático y en Europa la dictadura del progresismo y de lo políticamente correcto, al servicio de las élites, amenazan con llevarnos a estos terribles escenarios con, su cada vez más estrecha libertad de expresión.

Screenshot Marinova

Victoria Marinova (30 años) violada y asesinada

Ayer, una noticia también nos conmocionó, y fue la violación y asesinato, con ensañamiento, de la periodista búlgara Victoria Marinova. El ataque fue tan brutal que la cara quedó irreconocible, todos los indicios señalan a una venganza por la investigación que estaba llevando a cabo sobre un caso de corrupción en su país, Bulgaria, relacionado por fondos de la Unión Europea y se ha pedido una investigación exhaustiva.

En el año 2019 se filtraron las conversaciones entre Khashoggi y sus asesinos en las que el periodista pedía que no «le hicieran eso» ya que tenía asma y le acabarían asfixiando tras lo cual sus asesinos le desmembraron. en diciembre de 2019 se filtró que la fiscalía de Arabia Saudí condenó a pena de muerte a cinco implicados directos en el asesinato del periodista y se establecieron otras penas para los demás participantes aunque todos ellos podrán recurrir la sentencia. Sin embargo el gran responsable Mohamed Bin Salmán (príncipe de Arabia Saudí) aún no ha sido juzgado ni condenado aunque ha sido señalado y acusado por la CIA. (Fotos: YouTube screenshot)


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