Líbano es uno de los países más complejos, sino el que más, de todo Oriente Medio. Su pequeñez geográfica no debe llevar a nadie a engaño ya que en este país de la costa mediterránea confluyen toda una serie de tendencias étnico-religiosas. Cada una de estas tendencias religiosas representan, por si mismas, un inconsciente colectivo estructural que afecta a toda relación con su propia historia, sociedad, cultura y política.
Cada una de estas facciones son un resquicio de diferentes civilizaciones y subcivilizaciones enfrentadas entre sí. Cristianos a favor de Occidente (especialmente Estados Unidos aunque también Israel), Chiitas a favor de Siria e Irán y sunitas a favor de Arabia Saudí, Qatar y ahora, también, Turquía.
Tanta gente, todos libaneses, luchando por imponer su idea sobre el resto y copar el territorio ha generado toda una serie de tensiones y sentado las bases para toda una espiral de violencia que dura décadas. Lo que ocurre es que ninguna de estas facciones posee una masa crítica que pueda hacer caer la balanza a su favor.
Esta incapacidad la van supliendo con el apoyo externo. Líbano, cuya sociedad está destruida desde los años setenta, pasó de ser una República mínimamente estable a caer en la espiral de la Guerra Civil de la que aún no han salido. Desde 1975 hasta 1990 se vivieron masacres, invasiones de Siria (a través de la Liga Árabe) y de Israel, masacres de palestinos a libaneses (especialmente cristianos), masacres de cristianos a palestinos, chiitas y sunitas…drusos campando por Nabatiyeh y el valle del Bekaa.
Guerra entre chiitas (AMAL y Hezbollah). Toda esta brutal espiral convirtió al Líbano en el país con más violencia y actos de terrorismo del mundo en los años ochenta (seguidos por España). Tras los acuerdos de Taif, que pusieron fin a la Guerra Civil del Líbano, lo que parecía el inicio de una nueva esperanza de paz y reconstrucción se convirtió en un auténtico vía crucis.
El país estaba ocupado por Siria y una franja al sur por Israel. La tensión religiosa no terminaba de enfriarse y la desconfianza entre cristianos, drusos, sunitas y chiitas era mutua ya que la cohesión nacional había desaparecido. Tres divisiones del ejército sirio controlaban el país y varias brigadas controlaban la zona de seguridad israelí en el sur del Líbano hasta el año 2000, cuando se retiraron.
Los sirios, tras el atentado contra Rafiq Hariri (Primer Ministro del Líbano), se enfrentaron a la Revolución de los Cedros que los sacó del país de forma pacífica. Hezbollah, que ya controlaba el país, redactó su segundo manifiesto en la que se abría tímidamente a las otras comunidades libanesas, sin embargo Líbano, al ser una zona sacudida por tensiones telúricas, no podía liberarse.
Hezbollah, que representaba la única milicia que no se desarmó tras la Guerra Civil, se convirtió en un estado dentro del estado libanés copando poder entre bambalinas y tejiendo una red de influencias dentro y fuera del Líbano que llegaba desde las clases bajas y el campesinado chiita libanés hasta la clase urbana chiíta y, tras el 2004, a otros grupos confesionales.
Sin embargo la existencia de tres poderes (Presidente, Primer Ministro y Presidente del Parlamento) divididos de forma sectaria (Presidente cristiano, Primer Ministro sunita y Presidente del Parlamento chiíta) sólo ha paralizado cualquier tipo de desarrollo legislativo, administrativo y social y, por ende, ha creado un vacío de poder que ha sido ocupado por la corrupción y la ineficiencia del sistema político.
El gran actor que se hizo fuerte en el país fue Hezbollah. El grupo controla elementos estratégicos de la seguridad del Líbano y ha parasitado al estado apoyándose en la increíble popularidad y cariño que se ganó de los libaneses tras la defensa del Líbano frente a Israel en la guerra de 2006. Sin embargo su implicación en la Guerra de Siria, su progresivo desentendimiento de las cuestiones de estado y del desarrollo social del pueblo en pos de implicarse en conflictos externos (Siria, Irak e, incluso Venezuela y América Latina) dentro de una visión imperialista religiosa al servicio del “Irán-Zamin” ha llevado a que Hezbollah comprometa seriamente la poca independencia que queda del Líbano (convertido casi en un protectorado iraní a través de Hezbollah).
El nivel de dejadez en el país lleva al hecho de que las familias libanesas de clase baja usen los servicios médicos y educativos que la ONU otorga a los refugiados palestinos en Líbano (cosa que he podido ver en persona cuando estuve en el país en febrero/marzo de 2019). La falta de una red eléctrica segura, del mantenimiento de las infraestructuras y de las posibilidades de desarrollo del estado y su sociedad ha llevado al país a anquilosarse y convertirse en un estado fallido.
Sin embargo la cuestión del estado fallido libanés tiene más que ver con una fragmentación feudal más que con la desaparición del estado propiamente dicho (como ocurre en Somalia o Malí). En este caso la administración ineficiente del estado funciona por inercia y las cotas de poder activo ha sido fragmentado entre diferentes grupos del cual Hezbollah es el hegemón pero no el único.
De hecho la explosión del puerto de Beirut hace unos días es un claro efecto de esta causa mencionada. Miles de toneladas de un material muy peligroso y altamente inestable frente al calor, el movimiento o el sonido, almacenado en un puerto a pocos metros del centro de la ciudad desde el año 2014 con la seguridad mínima. Este material no se transportó a lugar seguro en un puerto donde, además, el gobierno no tiene ningún tipo de autoridad porque depende de Hezbollah.
Conociendo el país y su estado tan lamentable (a pesar de tener un potencial que podría superar a Israel y situarse al nivel de Kuwait o Bahréin) fue la causa de semejante tragedia. Líbano, que vive una profunda crisis cuya moneda se ha devaluado a niveles insospechados, vive una crisis económica que estaba afectando gravemente a los ciudadanos (ahogados también a impuestos) y que se enfrentan a un gobierno nominal y a una administración ineficiente.
El único pulmón de Líbano era el puerto, ahora destruido, y los libaneses han experimentado un punto de no retorno. La brutal onda de choque era la prueba del quiebre del estado agonizante que exhaló su último suspiro, en ese momento la población del país perdió cualquier esperanza y el umbral del dolor se cruzó.
Ahora el gobierno ha dimitido en bloque, sin embargo unas nuevas elecciones no son suficientes, los libaneses piden algo más. Líbano necesita una nueva constitución y un nuevo modelo de estado tras el agotamiento total de los acuerdos de Taif, necesita un modelo basado en una constitución laica, en la separación de poderes y el imperio de la ley.
Necesita reconstruir el tejido social entre comunidades y salirse de toda influencia regional en la zona. De la misma forma que se independizó de Francia; Líbano necesita independizarse de la influencia tóxica de Israel, Siria, Irán, Arabia Saudí, Qatar y Turquía (entre otros). Debe declarar, en su carta magna, la neutralidad en los conflictos armados regionales como uno de sus líneas de estado y solucionar la problemática palestina en su territorio de una forma satisfactoria para Líbano y los palestinos residentes en el país.
Toda milicia debería entregar las armas e integrarse en la estructura del estado, necesitan reforma administrativa, militar, social y de infraestructuras para modernizarse y proyectarse, sobre todo, como lo que es: Líbano y no el tablero de ajedrez de potencias extranjeras que pugnan por asegurar sus fronteras o adelantar sus defensas. (Foto: Screenshot)
Por: Koldo Salazar López
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