El papel de las mujeres del periodo Sengoku y Azuchi-Momoyama era muy diferente al del periodo Edo de la dinastía Tokugawa. Japón entero era muy diferente en una y otra época. En las dos primera (aunque la Azuchi-Momoyama se considera como el último subperiodo de la Sengoku) están caracterizadas por una interminable guerra feudal entre señores y clanes que va tocando a su fin con los gobiernos de Oda Nobunaga, Toyotomi Hideyoshi hasta terminar con Ieasu Tokugawa.
En esta época (el Sengoku) el samurai no era el esbelto, culto y pulcro espadachín katana en ristre de la Era Edo sino que su figura se vinculaba más al de los temibles arqueros a caballo y el papel de la mujer distaba mucho de ser el de la delicada y refinada señora que contemplaba los cerezos en flor o practicaba el ritual del té.
La mujer japonesa de la Era Sengoku y Azuchi-Momoyama que pertenecía a la casta de los guerreros samurai también realizaba labores de entrenamiento en artes marciales y estrategia existiendo casos históricos reales de mujeres samurai como los de Nakano Takeko, Hojo Masako o Tomoe Gozen (siglo XII). Esta última dirigía ejércitos con su marido durante la época de las Guerras Gempei y era una experta en el manejo de la nanigata (espada o puñal corto) que era usado por las Ona Bugeisha (mujeres samurai) para proteger el hogar.
La historia de Tomoe se cuenta también en el clásico de la literatura japonesa del siglo XIII, el Heike Monogatari y se la describe como bella, excelente arquera, valiente y un gran capitán que murió cuando, en el transcurso de la batalla de Awazu, su marido (Minamoto no Yoshinaka) muere durante la batalla con ella. Según la versión del Heike ella es una de los cinco supervivientes de la batalla y no es la esposa de Yoshinaka sino sólo una asistente. Sea como fuere la historicidad de Tomoe es una realidad y su labor como líder militar, indiscutible.
Tomoe, sin embargo, no llegó a cometer Jigai que, por otro lado no es el nombre de ningún ritual sino el vocablo en japonés medieval para suicidio (自 害), de hecho hoy la palabra es jisatsu (自杀). Una mujer que sí cometió Jigai fue la esposa de Onodera Junai Hidetomo, uno de los célebres 47 ronin, para acompañar a su esposo. Ni que decir tiene que este suicidio, aunque muy ritualizado, no era un ritual en sí como el Seppuku; que requería un tiempo de meditación, la composición de un haikú y un asistente (kaishaku) elegido para tal fin por el hombre que iba a realizar el ritual a fin de que le siguiera durante el acto y, en el momento oportuno, le decapitara. El jigai, por el contrario, seguía otros derroteros bien distintos.
En principio se empleaba el mismo arma que para el Seppuku (llamado tanto). El ritual se hacía a la mayor celeridad posible, en solitario y frente a la puerta de entrada de la casa para que así el espíritu de la esposa siguiera dando la bienvenida a los invitados. La mujer se sentaba en posición seiza (de rodillas) y ataba sus piernas con una cuerda para quedar en esa posición una vez muerta y evitar posiciones indecorosas, de esta forma la mujer mantenía su equilibrio, elegancia y delicadeza incluso en la muerte.
El procedimiento no implicaba la apertura del vientre como en el caso de los hombres ni la decapitación (ya que el jigai era en solitario) sino que la mujer se seccionaba la arteria carótida en el cuello (se degollaba) y moría desangrada. Era una muerte honrosa para las mujeres y, desde luego, más rápida que el seppuku.
Las razones para cometer el jigai tenían como base no perder el honor y no sufrir humillaciones. Esto tiene que ver con los inestables momentos políticos y militares de guerras constantes, saqueos, agresiones y violaciones connaturales a estos conflictos, por lo que en este caso el jigai evitaba que la mujer fuera humillada, vejada o violada pero también se daba por la muerte o asesinato del marido. Existen casos de mujeres que cometieron este acto por un amor no correspondido.
Sin embargo durante muchos años se han vertido ríos de tinta sobre la cuestión del seppuku samurai o del suicidio en Japón, un tema interesante y digo de estudio por parte de psicólogos, psiquiatras, sociólogos y antropólogos pero no se había profundizado en el tema del suicidio de la mujer japonesa.