Cuando estalló la Guerra de Libia que derrocó a Muamar el Gadafi en 2011 se temió la ruptura de la cohesión social en el país norteafricano debido a su composición tribal. Asimismo se temió que las milicias Yihadistas usaran el confuso estado de post guerra para hacerse con el control del país y tener una plataforma al sur de la cuenca mediterránea.
Hoy Libia se enfrenta a un problema muy grave que amenaza con disolver el país como tal, las diferentes milicias pugnan por su trozo del pastel en un territorio yermo. Las rivalidades de los grupos armados son tan numerosas como variopintas, desde rivalidades históricas hasta rivalidades ideológicas y étnicas.
El gobierno provisional, que se estableció tras la caída de Gadafi, dirigido por Fayez al Sarraj, que posee un estado con su soberanía discutida, hereda la tarea de reconstruir el país, reunificarlo étnica y socialmente y ordenar un gobierno que sea capaz de combatir la disidencia nacionalista periférica así como a los grupos islamistas.
La reconstrucción de un estado
La reconstrucción de Libia implica en primer lugar una reestructuración económica que permita la continuidad en el comercio del petróleo (fuente de financiación del estado libio en época de Gadafi que representaba el 90% de la financiación del estado) por lo tanto el control de los pozos petrolíferos y de toda la industria vinculada a este recurso natural es prioritaria y estratégica para la supervivencia del estado.
El problema es que existen tres gobiernos enfrentados por el control de ese estado y de su recurso más preciado, el oro negro. Al mismo tiempo el general Khalifa Haftar, el poder real del gobierno de Tobruk, tomó en septiembre de 2016 los campos petroleros de Ras Lanuf, Es Sider y Zueitina.
Esta riqueza generada debe repercutir (como en la época de Gadafi) en el total de la sociedad Libia para poder establecer una cohesión social que permita un desarrollo estable de la economía y, por lo tanto, que haga sortear a la población civil los horrores de la postguerra, sin embargo esto no se está produciendo debido a la destrucción del tejido social del estado, que es un estado fallido y son cohesión por el cual las mafias de tráfico de personas se mueven libremente, junto con traficantes de droga y mafias…
El nuevo primer ministro ha seguido los pasos de su antecesor en la idea de diversificar la economía Libia a fin de no depender tanto del petróleo lo cual, bien gestionado, puede sentar las bases de un futuro desarrollo aceptable y sostenible tras la reunificación.
El cambio del sistema económico y sobre todo político que abriera el estado libio al mundo fue lo que convención a los ciudadanos, asistidos por organizaciones de inteligencia extranjeras y grupos de terroristas y mercenarios implantados en Libia y provocaron un alzamiento que sirve a los intereses privados más que a la sociedad.
La economía es solo una parte del desarrollo
Lo más importante es expulsar a los grupos yihadistas de Libia, ya se logró con el Estado Islámico que, por desgracia, se está haciendo fuerte en otros lugares del norte de África y no sería extraño una nueva campaña para Libia. Tras la expulsión quedaría un proceso de reunificación étnica y tribal y, por último, política. Pero esto no puede hacerse sin el apoyo de actores internacionales, especialmente Estados Unidos y ciertos países de Europa que poseen influencia histórica sobre el país magrebí.
Tras esto establecer cuerpos fuertes de seguridad que puedan combatir y contener a los grupos guerrilleros yihadistas en la zona que ven en el descontento social por la revolución el caldo de cultivo de combatientes para la yihad mundial.
El caos imperante en Libia hace que la gobernabilidad del territorio sea cada vez más difícil y comprometida amenazando la existencia misma de Libia como estado nación. Ahora el gobierno Libio se ve completamente cercado por la presencia del Estado Islámico en la vecina Argelia, que hace una semana decapitó a un ciudadano Francés.
La presencia del Estado Islámico, AQMI y la MUYAO en el desierto del Sahara que, con el comercio de la droga y sus vínculos con los grupos guerrilleros, amenazan con aprovechar la coyuntura social para hacerse con el poder, todo ello en la cuenca sur del mediterráneo, a escasos kilómetros de las costas italianas. (Foto: Wikimedia Commons)
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