Todos le conocimos cuando, con apenas treinta años, se atrincheró en «ciudad Sadr», uno de los suburbios de Bagdad con su milicia «Ejército de al-Mahdi» que con el apoyo de los chiitas iraquíes de los barrios marginales bajo la influencia de Muqtada al Sadr y con el apoyo del General iraní Qassem Soleimani (desconocido en aquella época en Occidente) libró una guerra contra los Estados Unidos y más tarde contra los terroristas de Al Qaeda y los remanentes sunitas radicales de la resistencia así como contra los baazistas.
Supo canalizar su poder militar y crear un partido político llamado «Corriente Sadr», que ha llegado a formar parte del gobierno. Gracias a él Nuri al Maliki pudo ser nombrado ministro, sin embargo su inmenso poder e influencia así como sus choques con el gobierno por la presencia de los Estados Unidos pero, también, su guerra contra los otros partidos políticos chiitas y el gobierno le han debilitado profundamente.
La cuestión se debe a la importancia de controlar el poder de voto de los chiitas (que representan el 60% de la población de Iraq aproximadamente). Eso ha llevado a duras tensiones y a enfrentamientos armados entre Muqtada al Sadr y otras milicias chiitas aunque en otras ocasiones se ha llegado a enfrentar al propio gobierno. En 2007 intentaron derrocar por la fuerza al gobernador de la provincia de Basora o la más reciente, en 2016, en plena guerra contra el Daesh, al Sadr no dudó en intentar presionar al gobierno, paralizado por la situación, organizando manifestaciones y disturbios que provocaron la toma del Parlamento iraquí por parte de sus partidarios.
Estas maniobras le han agenciado mala prensa entre el resto de chiitas de Iraq y han amargado aún más su relación con el Ayatollah Al Sistani, el hombre más poderoso de Iraq. De hecho la tensión entre Sistani y Al Sadr ya viene de la época del padre de Muqtada. Sin embargo y a pesar de las ayudas de Irán hacia los chiitas iraquíes es bien sabido que Teherán se volcó en Sistani más que en Al Sadr ya que eran conscientes de que el líder de la milicia chií iraquí representa la corriente chiita árabe recelosa de Irán y su influencia.
Entre árabes y persas existe una rivalidad histórica y es bien sabido que, normalmente, los chiitas ven en Irán un referente pero en ciertos círculos de chiitas árabes Irán es visto como un modelo pero, sin embargo, se teme su influencia o se intenta contener y este sería el caso de Muqtada al Sadr.
Sin embargo lo que ha demostrado el declive de Muqtada al Sadr ha sido precisamente el Daesh. La virulencia del grupo terrorista ha sido contenida y vencida por una coalición de milicias kurdas por un lado, soldados del ejército iraquí y milicias gubernamentales así como por milicias chiitas, sin embargo la que ha cargado con todo el peso del apoyo iraní ha sido Hezbollah en Iraq frente al Ejército de Al-Mahdi, cuya participación no ha sido destacable porque, según fuentes de inteligencia estadounidense, es una milicia mermada frente al auge de otros grupos nuevos con mayor apoyo externo y más prestigio.
Debido a eso Muqtada ha decidido reinventarse. Después de analizar la situación en Iraq, llegando a la conclusión de que Iraq se había convertido en el campo de batalla de Arabia Saudí (a través de los terroristas del Daesh) y de Irán (a través de las milicias chiitas iraquíes) mientras que su milicia, si bien tenía un componente mesiánico chiita importante, no veía la guerra como una cuestión religiosa sino política entendiendo que Iraq sería siempre el campo de batalla más seguro en el que estas dos potencias se enfrentarían.
Es más, incluso concluyó que en caso de guerra abierta entre ambos países el campo de batalla donde más devastación habría sería Iraq y no los territorios de Arabia o Irán. Siendo consciente además que Arabia Saudí es un socio comercial que puede dar más dinero a Iraq para la reconstrucción que Irán y, además, tiene el poder de desactivar a sus grupos terroristas en Iraq.
Eso le llevó a intentar una jugada diplomática jugando la carta de su ascendente racial y cultural árabe frente a Arabia Saudí, viajando al país y negociando la reanudación de relaciones diplomáticas entre Riad y Bagdad (relaciones que llevaban congeladas desde hace más de 20 años), reabriendo por primera vez en 27 años la frontera entre ambos países, abriendo consulados y estableciendo vuelos directos. Todo bajo la atenta mirada de Irán frente a la que Muqtada al Sadr juega su carta de religioso chiita.
La intención de al Sadr es, en un futuro, convertirse en el hombre más poderoso de Iraq, por encima de Sistani, del Primer Ministro y del Presidente. Su objetivo es intentar bajar la tensión entre ambos países para asegurar la supervivencia de Iraq y un aumento de su poder en un país destruido, empobrecido y desangrado por 15 años de guerra ininterrumpida. Sin embargo Sadr, un nacionalista árabe, rechaza el papel de Irán y, según su visión, ha decidido unirse a Arabia Saudí para asegurarse los fondos suficientes para reconstruir el norte del país (arrasado por el Daesh) y evitar sabotajes políticos y ataques militares por parte de los sunitas.
Sin embargo Muqtada al Sadr le ha abierto las puertas, poniendo en bandeja de plata a Arabia Saudí la mejor opción (y además incruenta) para iniciar un proceso de aislamiento contra Teherán usando los petrodólares saudíes para comprar voluntades e ir desplazando a Irán de Iraq, rompiendo la media luna chiita por el país mesopotámico más que por Siria, un país que se ha demostrado imposible de derrotar, sin embargo Qassem Soleimani y el Ayatollah Sistina, el iraní más poderoso en Iraq vigila todo desde muy cerca.
Obviamente Teherán está monitorizando todo lo que hace Muqtada al Sadr a través de la Vevak, los servicios de inteligencia iraquíes, confidentes y servicios de información de las milicias chiitas iraquíes proclives a Irán. Debido a esto el gobierno de Teherán está ejecutando un proceso cuyo diseño va encaminado a sangrar los votos del partido y la milicia de Al Sadr (que provienen de barrios populares y suburbios chiitas) dirigiéndolos a otros partidos y grupos armados chiitas como el partido-milicia Kataeb Hezbollah (Hezbollah en Iraq) comandados por Seyyed Hasehm Musaví que perpetúen la influencia iraní en Iraq, aumentando también, aún más, el inmenso poder del Ayatollah Al Sistani.
Sin embargo esta iniciativa ha llegado tarde para las pasadas elecciones debido al corot espacio de tiempo que han tenido para desarrollar una estrategia eficaz, sin embargo el peso de Sadr y su partido-milicia entre los barrios pobres, si bien en el ocaso de su influencia frente a estas nuevas fuerzas chiitas vinculadas a Irán y Hezbollah, sigue siendo fuerte. Sobre todo ahora que tras su acercamiento a Arabia Saudí se ha abierto una vía de entendimiento entre Estados Unidos e Israel que puede propiciar que ambos países ayuden a Sadr a sacar a Irán de Iraq.(Foto: Fotograma)
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