El Islam está dividido en varias ramas. La más importante es la suní (representa el 70% de los musulmanes), la segunda es la chií (representa el 27% de los musulmanes), y por último están los ibadíes (solo mayoritarios en Omán y en Zanzíbar). Si bien los ibadíes no han tenido conflictos recientes ni con suníes ni con chiíes, estos grupos sí están enzarzados en una lucha por el poder en Oriente Medio.
Para entender esto debemos irnos a la teoría de la civilización de Samuel P. Huntington. Bajo esta teoría, muy somera en este artículo, el eje central de la subcivilización islámica chiita se encuentra en Irán. Al mismo tiempo el eje central de la subcivilización islámica sunita ahora mismo es Arabia Saudí, que ha conseguido fanatizar a un alto porcentaje de la población suní con el Salafismo y el Wahabismo.
Esto se traduce en una guerra interna en el mundo Islámico, una especie de guerra de religión como la que asoló Europa entre católicos y protestantes en el siglo XVII. Al mismo tiempo esta rivalidad religiosa está más radicalizada por la rivalidad histórica entre árabes y persas.
El campo de batalla es cualquier zona en la que ambos grupos conviven, en este caso no hablaremos de la guerra de Siria, Líbano, Yemen o Iraq. Pero hoy hablaremos de Arabia Saudí y Bahréin.
Debemos comprender que Irán puede poner en riesgo la viabilidad de estos dos ricos países de una forma que estos no pueden dañar al país persa, ya que la masa crítica de sunitas no es suficiente como para dañar la cohesión interna de Irán, pero la cantidad de chiitas en Arabia Saudí ronda el 40%, y en Bahréin son el 70%.
ARABIA SAUDÍ
Este país es un estado dictatorial y teocéntrico totalmente reaccionario que se basa en los principios radicales del wahabismo, cuyo fundador emparentó con la casa Saud (los reyes de Arabia), de tal forma que el poder político de los Saud promocionaría el wahabismo, y el poder religioso de Abdul Wahab (fundador del wahabismo), legitimaría religiosamente a la casa Saud.
En esta situación nos encontramos con dos grandes pilares sobre los que pivota el wahabismo político saudita contra los chiítas:
Cuestión religiosa:
El wahabista hace takfir sobre el chiíta al considerar que este no es musulmán, por lo que es legítimo combatirle (y asesinarle u obligarle a aceptar el wahabismo). Para el wahabista un chií es peor que un miembro del Ahlul Kitab (Judíos, Cristianos, Sabeos o Zoroastridas) o un Kuffar, y atacarles es casi una obligación. De ahí que la discriminación contra los chiitas en Arabia Saudí sea tan virulenta.
Sus escuelas, mezquitas, huseiniyas y centros religiosos son clausurados, sus clérigos vigilados y perseguidos, muchos son asesinados como en el caso de Seij Nimr en Enero de 2016. Y cualquier protesta o solicitud de apertura y respeto religioso es callado con juicios y condenas a muerte por sedición o terrorismo.
Cuestión política:
Desde Arabia Saudí se tiene la idea de que los chiitas de Arabia son agentes desestabilizadores a favor de Irán (gran rival regional declarado de Arabia Saudí), más que súbditos sauditas que hacen su vida en el país.
Volveríamos a la tesis de Huntington, el régimen de Riad teme que los chiitas árabes vean a Irán como el eje central del chiismo y actúen a favor de ellos, en lugar de a favor de su propio país. Por eso se les reprime constantemente, ya que se les considera como un elemento sedicioso y desestabilizador.
Arabia Saudí tiene pánico a los chiitas y a Irán. Aunque la proporción es casi similar entre ambos grupos en el país. Para muestra una llamativa anécdota. Las grandes reservas de petróleo y gas en arabia se encuentran al este del país (zona de mayoría chiita), mientras que el centro financiero se encuentra en el oeste (zona sunita). Esto se traduce en que la zona sunita es hasta cuatro veces más rica que la zona chiita, ya que las fuentes de ingreso económico están fuera del alcance de este grupo.
BAHREIN
La “primavera árabe” llegó a Bahréin también, pero fue reprimida a sangre y fuego por el país, Arabia Saudí y Estados Unidos con el silencio cómplice de los medios de comunicación occidentales. ¿Por qué se permitió aquello?.
La familia real de Bahréin y la élite social, política, económica y militar está formado por sunitas, que representan una minoría del 30% y que son infinitamente más ricos que el 70% de los chiitas que, de nuevo, son vistos como elementos desestabilizadores a favor de Irán. La estrategia en este caso ha sido vetar el acceso de chiitas a puestos claves de la administración civil y militar, en el mundo de la política o de los negocios, de tal forma que el bahreiní chiita NO tiene acceso por méritos propios a altas esferas.
¿Cómo soluciona Bahréin el déficit en estas áreas necesarias para mantener la viabilidad del Estado?, importando sunitas árabes, por lo que no existe conflicto religioso, cultural, racial ni lingüístico, asignándoles posiciones de poder, vetadas a los chiitas, que al mismo tiempo son expulsados del país si protestan o realizan acciones para lograr la igualdad de derechos (que en estos países pueden llevarte a la cárcel, al exilio o a la muerte, ya que es considerado como subversión).
Arabia Saudí y Estados Unidos permitieron y ayudaron a la represión de los chiitas en la “primavera árabe, ya que consideraron que si estos lograban hacerse con el poder, Irán entraría automáticamente en la ribera occidental del golfo pérsico, sería una inspiración para los chiitas de Arabia y cambiaría el equilibrio de poder en la zona de una forma intolerable para los intereses Atlantistas y su lugarteniente bicefálico (el sionismo-wahabismo) en la zona.
Por eso se animó a este país a masacrar y expulsar, contra los Derechos Humanos y la normativa internacional tantas veces esgrimidas por la hipocresía occidental, y a sustituir a esta población por sunitas árabes que no sean molestos para el régimen de Manama. (Foto: Hussain Matouq Buhlaigah)
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