En un escenario global donde las potencias tradicionales se ven desafiadas por nuevos actores y dinámicas emergentes, la región del Sahel aparece como un espacio estratégico cuya importancia trasciende sus fronteras geográficas. Aunque históricamente considerada una zona en conflicto, hoy en día su papel en la geopolítica internacional se ha intensificado, lanzando luces y sombras sobre su futuro.
Todo comienza con la presencia renovada de actores externos que ven en el Sahel una pieza clave para sus intereses globales. Sobre todo Francia, que continúa soñando con los réditos de su imperio colonial, aún existente en la forma del Franco CFA, al menos de momento. La salida de Francia tras los fracasos de la Operación Barkhane y el G5 del Sahel, evidencian el colapso de este sistema francés en la región, lo que sumado a los golpes de estado en Malí, Guinea, Burkina Faso y Níger que ha reconfigurado el África saheliana con una mezcla de tercera posición, multipolarismo y nacionalismo africano unido no sólo en su posición anti francesa y soberana en lo político sino en la capacidad de afrontar juntos los retos de seguridad (JNIM-Al Qaeda / ISWAP- Estado Islámico), así como conflictos étnicos y tribales pero, sobre todo, el esfuerzo diplomático y económico en controlar su economía y situarse dentro de la teoría del mundo multipolar que Rusia y China dinamizan y que han penetrado en la región. Rusia a través de apoyo diplomático y militar a través de PMC Wagner (desplegados desde hace varios años en el Sahel) y China con sus infraestructuras e inversiones.
Rusia, busca consolidar su influencia en África para contrarrestar el peso occidental, ha reforzado su presencia en países como Malí y Níger siguiendo una teoría del balance de poder, Occidente se ha posicionado en el Báltico, mar Negro a través de Ucrania, Siria y Transcausia, por lo que Rusia penetra en territorios estratégicos europeos, el flanco sur, una región estratégica. China, por su parte, intensifica sus inversiones en recursos naturales, pretendiendo monopolizar las riquezas de la región y establecer rutas estratégicas a través de la red de puertos africanos, en un intento por rodear por el oeste la costa africana, tras su éxito en Yibuti, Kenia o Tanzania. Irán también participa de este juego, su pivote es Nigeria, donde hay una gran comunidad chiita dinamizada por el Sheij nigeriano Zakzaki y donde el servicio de inteligencia iraní reclutó al exministro israelí Gonen Segev. Aunque su papel es variado, economía a través de las comunidades libanesas e iraníes asentadas en la costa oeste del continente, que les permite obtener divisas, negocios e influencia.
Pero también Irán destaca en la búsqueda de uranio e incrementa su presencia militar y diplomática en la zona. Todo esto frente a una Francia impotente que, cada vez más, se vuelca en un Marruecos que busca redefinir las relaciones Rabat – Paris y tener mas capacidad de mando en esas relaciones, no ser sólo un sometido, hace que Francia se vea cada vez más limitada.
El interés de las potencias no solo radica en lo económico o militar, sino también en la ideología que alimenta cierto resurgir del panafricanismo y las narrativas antiimperialistas. La creciente desconfianza en las instituciones occidentales, desde la UE hasta la ONU, favorece la emergencia de coaliciones regionales que buscan autonomía y nuevas alianzas, desafiando así el statu quo.
En paralelo, los conflictos internos del Sahel dejan entrever un panorama de creciente inestabilidad. Sin embargo esto no es nada nuevo y, cierto es, que la salida de Francia y la determinación de las juntas sahelianas, con la creación del AES han podido plantar cara a Grupos yihadistas como AQMI y el Estado Islámico. Qué debido a esta presión están comenzando a desplazarse hacia el golfo de Guinea.
La presencia de mercenarios y empresas militares privadas, como Wagner, un fenómeno que no es nada bueno, está ayudando a los estados del Sahel a reconstruir y ampliar administrativamente la presencia militar y civil asociada, al fenómeno de ocupación administrativa de todo el territorio nacional, cosa que en África no siempre ocurre, ya que hay países con regiones donde la administración del estado jamás ha hecho acto de aparición y ahora sí está copando esas regiones.
El resurgir del panafricanismo y la desafección de los Estados tradicionales en África occidental hacen que los países de la región busquen alianzas nuevas, formando bloques de defensa mutua y cuestionando instituciones regionales como la ECOWAS o la CEDEAO. La posibilidad de una mayor cooperación entre Mali, Burkina Faso y Níger evidencia un cambio en las dinámicas regionales, mientras estas naciones buscan una mayor autonomía en su seguridad y desarrollo.
La realidad del Sahel es que Europa no puede permitirse una región en franca putrefacción, donde se han visto rutas multimillonarias de tráfico de drogas transoceánico, que enlazaban Sudamérica con Europa vía Sahel. También rutas de tráfico de personas (eufemísticamente llamadas rutas de inmigración), tráfico de armas, contrabando de animales vivos o cacerías ilegales. Todo ello en una región que desde Sudán hasta Mali han estado ardiendo.
La presencia de Francia o las bases de drones estadounidenses en Chad durante décadas no han logrado acabar con estos problemas sino cronificarlos, a la par que organismos financieros se aprovechaban de la corrupción generalizada en estos países para endeudarlos y vivir de las rentas de la devolución de esas partidas, que jamás redundaban en el estado. Frente a eso, en un momento de nuevo panafricanismo derivado de otras opciones geopoliticas disponibles más allá del Atlántico y el tándem Europa – Estados Unidos, ha permitido a estos países reconsiderar su posición.
¿Es peligroso para Europa?, depende de cómo lo enfoquemos. Si el objetivo es tener un vivero de países subdesarrollados que sirvan como caladero de inmigrantes, posición logística para el narcotráfico internacional, pozo negro corrupto donde endeudar naciones enteras durante décadas (o siglos, a este ritmo) a cambio de deuda que las élites corruptas disfrutan y que no redundan en la nación, si lo que se busca es tener un mercado donde Francia pueda colocar los Francos CFA y empobrecer aún más a los africanos y si lo que buscamos es un lugar inestable que poder saquear y amordazar en organizaciones internacionales creadas por occidente e implantadas para ellos, obviamente que su independencia y búsqueda de soberanía y estabilidad es un grave problema.
Es estratégico para Europa un Sahel fuerte, independiente, moderno y rico. Unas relaciones que se basen con en el uso y explotación de estas naciones sino en la inversión mutua, la seguridad y el comercio, y eso es lo que le ofrece Rusia y China.
¿Puede fracasar? Sí, puede salirles mal, pero es que la otra opción es la que llevan probando más de sesenta años y solo ha creado estados fallidos, rotos, corruptos, míseros y en manos de señores de la guerra, esclavistas, líderes tribales, narcotraficantes o yihadistas.
Rusia y China les ofrece una posición en el mundo multipolar, un bloque, el saheliano, capaz de dinamizarse y progresar.