El ataque al NordStream II ha sido un punto de inflexión en todo el conflicto en el cual Rusia y Occidente están enzarzados y cuyo punto de fuga, por ahora, es la Guerra de Ucrania. Sin embargo debemos ser capaces de analizar la realidad de la situación. La caída del euro, casi a la par del dólar (lo cual viene muy bien para los intereses de Washington), el desplome de la libra y la estabilización del rublo ha hecho temblar la economía occidental.
Lo cierto es que Rusia era un mercado prioritario para Europa y Europa para Rusia que ahora, fuera del mercado, ha dejado un vacío irreparable en las importaciones, exportaciones y en el interrelacionado sistema financiero que estamos intentando suplir con Argelia, Azerbaiyán o Arabia Saudí.
Sin embargo voces discordantes en Europa como Hungría, que se niega a sancionar a Rusia en beneficio de Estados Unidos, el gran beneficiado de esta campaña que empobrece a Europa bajo un discurso de defensa de los Derechos Humanos, denota el total dominio del bloque atlantista (Estados Unidos y Reino Unido) como líderes de Occidente y las constantes injerencias en estos estados (a través de Lobbys, grupos de presión, operaciones de influencia y de inteligencia etc…).
Pero en este caso el atentado contra el NordStream II, en un mar semicerrado ultravigilado por Occidente, donde la mayoría de las aguas (salvo las rusas por la salida al mar del Oblast de Leningrado y Kaliningrado) pertenecen a la UE o a la OTAN (y más ahora tras la solicitud de integración de Suecia y Finlandia) hacen pensar que es imposible que Rusia saboteara, por capacidad militar unos gaseoductos que, además, gestiona y que, encima, su destrucción le perjudicaría.
El tweet de Rocío Monasterio acusando a Rusia de haber cometido este acto ya que sus armas son el invierno y el frío es propio de una persona profundamente ignorante o tendenciosa (en este caso juraría que son ambas). Ya que Rusia no tiene necesidad de destruir una infraestructura que gestiona y cuya destrucción perjudica principalmente los intereses rusos de exportación de gas en el presente y en el futuro siendo además que la reparación (valorada en cientos de millones) la tendría que pagar GAZPROM (el gigante del gas ruso).
Desde Alemania y otros países comenzaban, a la entrada del invierno y tras el fracaso de las sanciones económicas y el daño a las economías europeas, a repensar el hecho de negociar con Moscú y suavizar ciertas sanciones y medidas coactivas de corte económica y empresarial. Eso significaría directamente la reapertura de los Nord Stream en beneficio de Alemania y los demás estados que disfrutan de esta red de tuberías de gas.
Sin embargo desde Estados Unidos se decidió actuar en el intervencionismo directo dejando claro que la Doctrina Monroe, originariamente aplicada en el hemisferio Occidental; convertida en una doctrina que ha justificado intervenciones a lo largo del mundo durante la Guerra Fría, que se usó para justificar ataques en Afganistán e Irak en la era Bush, ha hecho aparición como un fantasma en Europa, un continente dominado militarmente por Estados Unidos desde 1945 y cuyas estructuras como la Unión Europea o la OSCE sólo han debilitado a sus estados miembros, engullidos por los intereses de Washington.
Estos intereses han hecho que muchos estados hayan sido presionados, en detrimento de sus propios intereses, a realizar acciones que sólo benefician a Estados Unidos reservándose el derecho a intervenir de forma más violenta en Europa para destruir cualquier atisbo de soberanía, independencia y defensa de los propios intereses.
La destrucción del NordStream por Estados Unidos, revelado por el ex ministro de defensa polaco Sikorski, debería ser un grave motivo de preocupación. En primer lugar porque el hecho de que ambas tuberías hayan quedado totalmente inutilizadas ha servido para abortar de forma definitiva cualquier atisbo de acercamiento a Rusia en caso de que las presiones diplomáticas, por la gravedad de la situación socioeconómica no fueran suficiente para amedrentar a los estados sometidos de Europa.
En este caso la destrucción de la infraestructura industrial tiene como objetivo retener por la fuerza la influencia económica, reforzar la influencia política dejando el mensaje claro de que Washington se reserva el derecho a intervenir militarmente y de forma violenta dentro de los estados soberanos (tanto en sus aguas como, por qué no, dentro), propiciando desestabilización y demostrando que el verdadero dueño de Europa no es el pueblo europeo soberano aglutinado en torno a sus estados sino que es Estados Unidos, que no desaprovechará la oportunidad que la Guerra de Ucrania le ha dado de sacar a Rusia de la ecuación europea.
Estos atentados, que han servido para que parte del hueco dejado por Rusia sea copado por el gas norteamericano: de peor calidad, con menos capacidad energética, más caro, de transporte más lento (viene en barco) y con menor cantidad de gas (la capacidad de los barcos es inferior a la de las tuberías), nos une a Estados Unidos beneficiándoles a ellos en detrimento de nuestras naciones a todos los niveles (político, social y económico) en un continente bajo ocupación militar que ha caído en la trampa norteamericana de pensar que Rusia es el verdadero enemigo.
La realidad es que la destrucción del NordStream II ha sido un atentado terrorista injerencista cuyo objetivo es evitar la vuelta de Rusia al mercado Europeo y, con ello, el aumento de la influencia de Moscú en Europa ya que Estados Unidos: con sus tropas en suelo europeo, su capacidad de juzgar por sus leyes a ciudadanos de otros países que actúen en sus países de origen y que jamás hayan puesto un pie en territorio norteamericano y facturando miles de millones de dólares (encima en paridad con el euro) a costa de nuestros bolsillos, deja muy claro que el atentado contra el NordStream II tiene por objetivo separar y perjudicar a Rusia y a Europa por igual a nivel geoestratégico.