El Islam es una religión social y política que tiene un gran ascendente entre las poblaciones en las que se encuentra. La religión islámica es, a su vez, un sistema social, económico, político y judicial y todo, absolutamente todo, está supeditado al ámbito religioso.

Como explicamos en el artículo del salafismo, wahabismo y takifirismo, nos enfrentamos, en el Islam sunita, con la libre interpretación de los textos sagrados ergo de ahí pueden salir desde movimientos moderados, modernos hasta auténticas aberraciones basadas en la interpretación literalista de los textos.

Hoy en el mundo islámico se está viviendo una época oscura no sólo por la injerencia extranjera, este es otro tema, sino por la interpretación que, desde ciertas plataformas y grupos se da sobre la religión islámica, interpretación instrumentalizada por países como Arabia Saudí o Qatar, aprovechando varios factores que van más allá de la aplicación radical de esta religión y sus tradiciones asociadas.

El grupo terrorista internacional, más allá de su visión mística y mesiánica del mundo en general y del mundo islámico en particular, es un movimiento político populista que insta a sus seguidores a la lucha contra una serie de poderes que les oprimen.

Es un discurso muy antiguo y lo hemos visto en los ideales socialistas en los cuales es necesario que se produzca un estado de descontento generalizado frente a factores políticos y económicos y, más adelante, explotar esa rabia mediante discursos y soflamas de un alto tinte beligerante y anacrónico.

Es una suerte de nacionalismo religioso y, por ello, necesita remontarse a su época dorada y revivir a los antiguos grandes líderes y caudillos. La comparativa es sencilla, la vuelta al pasado glorioso y la constante crítica a todo lo contemporáneo.

La lucha de clases, tan socialista, y la lucha racial, tan progresista, en este ambiente ha sido sustituida por la lucha religiosa y el choque de civilizaciones.

A pequeña escala, como hemos visto, y las zonas controladas por estos grupos se lleva a cabo una limpieza de tintes religiosos, la persecución de los cristianos y otras minorías como los yezidíes implica que el movimiento político-religioso radical en torno al que se fundamenta el Estado Islámico es netamente excluyente.

En el plano internacional usan el choque de civilizaciones culpando a Occidente de los males que sufren sus países, sin ser capaz de ver que muchos de los males que sufren estos países se debe a unos gobernantes terriblemente corruptos e incapaces.

El discurso consiste en la dialéctica del enfrentamiento. Ellos hacen ver que la civilización occidental debe ser destruida y para ello busca captar al máximo número de personas que viven dentro de la red social de Occidente, a fin de destruirla desde dentro y generar pánico y terror, curiosamente necesitan provocar la islamofobia y los ataques del grupo étnico original de esa región a fin de poder justificar la yihad y el ataque masivo.

De modo que las naciones europeas, Estados Unidos, América Latina poseen una población injertada en su territorio que es netamente hostil y cuya función consiste en hostigar a los musulmanes europeos y a los europeos no musulmanes a fin de provocar este choque de civilizaciones para la expansión de una visión política sobre otros pueblos.

Daesh está ganando, frente a la decadencia y pasividad de Occidente en su propio territorio y el apoyo que reciben de países occidentales luego, este mismo grupo, asesina a los propios ciudadanos.

La incapacidad de la comunidad de inteligencia y de justicia de endurecer su carácter hace que, frente a este grupo terrorista en el cual no existen fisuras ideológicas, espirituales o en su comunidad de intereses la dividida sociedad europea no puede hacer nada a no ser que el tema se aborde desde perspectivas sociales y judiciales. (Wikimedia Commons)

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