¿Por qué Rusia vencerá en Ucrania?

Desde Moscú decidió reconocer las Repúblicas de Donetsk y Lugansk en 2022 para, pocos días después, atacar Ucrania con el objetivo de derrocar a Volodimir Zelensky y reconducir al gobierno de Kiev a la esfera rusa tras su marcha hacia el eje Occidental, poniendo en riesgo toda la ingeniería diplomática de tratados, convenios y memorándums de seguridad firmados entre Moscú y Kiev, junto con otros países, o el artículo número 5 del Tratado de Belavezha (un resquicio postsoviético de la Doctrina de Soberanía limitada de Breznev) Europa cambió.

Esta vuelta a la normalidad se tendría que llevar a cabo mediante el uso de la fuerza tras el fracaso de los planes de consenso en Minsk I y II o el Cuarteto de Normandía. Al inicio de la guerra Occidente actuó sancionando a Rusia, sus finanzas y líderes, así como sus familiares, atacando el comercio y el import/export ruso creyendo que una fuerza conjunta militar occidental, coordinada por la OTAN y Estados Unidos desgastaría militarmente a Rusia en las llanuras ucranianas y las medidas restrictivas (no sanciones ya que sólo el consejo de seguridad puede aprobar sanciones) ahogarían a la federación dentro de una ola de descontento e inestabilidad que significaría el fin de Putin, la Guerra en Ucrania y la integración de Rusia en Europa y el mundo occidental.

Han pasado dos años y la situación es a la inversa, la economía occidental (que es un mercado de consumo, pero no de exportación por su pobreza en recursos minerales, gas y petróleo pero también con una industria mayoritariamente desmontada, privatizada y deslocalizada se mostró incapaz de suplir, incluso integrando nuevos socios como Azerbaiyán o Estados Unidos al mercado europeo.

Eso unido a la inflación, el aumento de los precios como resultado del problema de combustible que, aun así, Rusia sigue exportando a Europa, ha dañado la economía de la UE. El FMI, en su Perspectiva de la Economía Mundial proponía que Rusia, una nación sancionada, crecería un 3,2% creciendo más que todas las economías en este año a pesar del esfuerzo de guerra.

Esto, por lo tanto, ha generado una situación inversa. En un país con una tradición socialista y estatista muy importante algunos sectores, en los huecos dejados por las empresas extranjeras que salieron del país vieron la oportunidad de expandirse con el beneplácito del gobierno atendiendo a una estrategia de “nacionalización” patriota de la economía que fue capaz de reabsorber a los que perdieron sus trabajos.

Todo esto frente a unas economías occidentales tocadas por el avance de China y el crecimiento, aislado de Occidente, de la economía rusa. Pekín produce, Rusia se industrializa y Estados Unidos innova, Europa se dedica a regular mercados y poner trabas desde Bruselas a todo atisbo de industrialización, desarrollo agropecuario (provocando la búsqueda por parte de empresas europeas de otros países donde producir frutas y verduras, como el caso de las empresas españolas en Marruecos)  y haciendo más difícil el desarrollo con programas idealistas del medio ambiente que tienen como objetivo empobrecer con sus políticas sobre la producción y uso de la energía y su miedo pavoroso a la energía nuclear (muy necesaria en el continente).

Sobre la estrategia militar los rusos, cierto es, calcularon mal los primeros meses en los que el ejército ucraniano estaba bien dotado por la OTAN y en el norte los rusos fueron retrocediendo. Sin embargo, la debilidad se convirtió en fuerza debido al factor tiempo. Si siempre se ha dicho que en Rusia el mayor estratega es el “general invierno”, en el caso ucraniano ha sido el “general tiempo”. La estrategia rusa ante el retroceso en el frente norte fue asegurar fronteras y conectar Crimea con Donbass lo más pronto posible y, desde ahí, anclar el ejército en tierra y avanzar deliberadamente lento.

Esto produce dos efectos, uno militar y otro psicológico: el militar es que con el ejército ruso anclado en el territorio, como un gigantesco muro que avanza lento las tropas ucranianas, en sus ofensivas por recuperar territorio, se chocaban con un frente estático, una guerra que no se definía ni como de posiciones ni como de movimientos, todo a costa de miles de vidas ucranianas y de un ejército desarbolado sostenido por milicias, cada vez más poderosas y enquistadas en los poderes políticos de Ucrania y focos de criminalidad y por instructores, mercenarios y aventureros que intentaban ayudar.

El Batallón Azov, el grupo paramilitar más polémico de Ucrania

Esto ha hecho que el Departamento de Estado de Estados Unidos haya declarado que la milicia ultranacionalista “Batallón Azov” sea ayudada con armas y dinero debido a que se determinado que no han realizado actos contra los Derechos Humanos, tal acto sólo se justifica si el frente ruso ha desmantelado al ejército ucraniano y sólo les queda estas milicias para resistir…milicias y dinero.

Por otro lado, el efecto psicológico. Una guerra rápida provoca resultados rápidos y una diplomacia resolutiva que busca negociaciones para consolidar y ceder, sobre todo en una esfera de teoría militar basada en la rapidez de las operaciones y la consecución de los objetivos. En el caso ucraniano la OTAN y Estados Unidos no han logrado nada y siguen perdiendo terreno y eso afecta a la moral de las tropas y de la acción política.

Cada vez hay más disensión dentro de la OTAN y más matices en la ayuda a Ucrania. Stoltenberg es incapaz de asegurar un acuerdo a largo plazo, las negociaciones son constantes y los acuerdos se revisan a la baja…de 100.000 millones la OTAN ya va por 40.000 de los cuales Estados Unidos pone 20.000. Esto redunda en el daño a las instituciones de la OTAN y la UE, incluso organizaciones internas y regionales dentro de la UE como Visegrado.

La Alianza Visegrado, terremoto en la UE

Este nerviosismo se demuestra por las declaraciones de David Cameron afirmando su apoyo al uso de armas occidentales contra territorio nacional ruso y no contra el terreno ganado por Moscú en estos dos años de guerra, las declaraciones de Macron de enviar tropas a Ucrania y que se ha quedado en un envío de instructores a medio fuelle o la ayuda de Pedro Sánchez a Zelenski por 1.100 millones.

Estas tensiones van desde la decepción por no poder involucrarse más como la de Stoltenberg o Macron hasta la de Pedro Sánchez, que se considera satisfecho con su aportación o la de Viktor Orban o Robert Fico, totalmente en contra de la actitud antirusa de Occidente y sus sanciones. Estas divisiones generan debilidad a nivel político.

Esto no existe en el frente ruso debido a que Rusia lucha sola, su estructura de mando militar, recursos y estrategias dependen en exclusiva del Kremlin, que ha seguido aumentando sus acuerdos militares con Irán, China o Corea del Norte.

Esta posición de fuerza así como la falta de una oposición interna contra la Guerra de Ucrania por el resultado de la guerra, la normalización social de la situación de guerra por parte de los rusos (y occidentales aunque con una mayor oposición a la guerra desde las sociedades occidentales y una mayor crítica a instituciones como la OTAN o la UE), pero también a los buenos resultados económicos, que los rusos disfrutan, hace que no existan tensiones en la cúpula militar (debidamente tratada tras el intento de PMC Wagner de tomar, de alguna forma, el control.

La realidad es que la mansedumbre a nivel político y militar en el Kremlin va pareja a las relaciones verticales Kremlin – sociedad rusa.

Mientras tanto, el nerviosismo y la intranquilidad se hacen fuertes en el bando occidental por el inexistente retorno de esfuerzo y dinero en resultados tangibles. Zelensky, un invitado a las cumbres internacionales como figurante de una realidad geopolítica que le supera frente a una Rusia que juega su juego diplomático.

La propuesta de paz de Putin debería ser interpretada como un claro signo de fuerza, de guerra psicológica y de muestra de que la iniciativa diplomática va de la mano de su capacidad militar, por lo que su fin real consistía en mostrar su fuerza y lanzar (en un estilo muy soviético) una trampa diplomática buscando recolectar información removiendo las aguas más que proponer un acuerdo real. Putin logró su resultado cuando algunas facciones rechazaron de plano la propuesta y otros pidieron estudiarla generando un nuevo conflicto.

La realidad es que, sin embargo, el fin de la Guerra de Ucrania no será por una toma heroica de Kiev, mediante una retirada humillante de Occidente o un gran desfile victorioso en la Plaza Roja de Moscú. La guerra se dará por terminada cuando la situación se estanque definitivamente y los hechos consumados se impongan, el comercio se normalice de facto porque de iure las sanciones no se apliquen (aunque sigan vigentes) al menos en temas no especialmente delicados, se reabra el aeropuerto de Kiev para vuelos comerciales así como los complejos hoteleros de la costa.

La Comunidad Internacional, Ucrania en particular y Occidente en general seguirán usando un disscurso derrotista y victimista pero, a efectos prácticos, se buscará como mínima garantía (al menos) un armisticio que acabe con la guerra caliente lo cual confirmará que entramos, de forma definitiva, en una nueva Guerra Fría. (Foto: Wikimedia)

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