El Estado de Israel sufre una grave crisis a todos los niveles. Mientras que su unión con Estados Unidos es cada vez más fuerte y sus relaciones con la Unión Europea se basan en relaciones de parasitación de la entidad supranacional a través de lobbys y, de forma estatal, en forma de relaciones diplomáticas, la situación en su vecindario es bastante complicada.
China, por ejemplo, no tiene ningún interés en cuestiones bélicas o en su conflicto con el mundo árabe-islámico, las relaciones entre Tel Aviv y Pekín son exclusivamente diplomáticas y económicas, las relaciones con Rusia se han vuelto mucho más tensas desde que las fuerzas aéreas penetraron en el espacio aéreo sirio y, por una maniobra malintencionada del piloto israelí, un avión ruso fue derribado (con la muerte de toda la tripulación).
Al mismo tiempo en su frontera sur la situación se torna peligrosa. En primer lugar las protestas en Gaza no cesan y la imagen del ejército israelí, ya dañada, está por los suelos. La incapacidad de ofrecer una solución está destrozando la credibilidad del gobierno, pero a nivel militar también después de la muerte de un miembro de las fuerzas especiales israelíes cuando asesinaron a Nour Baraka, un miembro de la cúpula de Hamás. La operación fue una chapuza, de hecho hubo un muerto y varios heridos del lado israelí cuando fueron descubiertos por las brigadas Ezzeldin Al-Qassam.
Al mismo tiempo la aparición y consolidación del Daesh en el Sinaí y la incapacidad del gobierno egipcio a la hora de controlar la región es un grave problema para la seguridad de su frontera sur que, unido a la situación de la Franja de Gaza, podrían generar graves disturbios.
En el este Cisjordania sigue sin ser dominada del todo por las constantes revueltas palestinas por lograr su libertad y expulsar a los sionistas. La verdad es que el dominio ilegal del territorio palestino desde 1967 ha provocado la ingobernabilidad de la región, sobre todo después del inicio de la primera intifada.
Cisjordania es uno de los pilares básicos de la ideología sionista, el control de la región de Israel previo paso al control del Gran Israel (desde el Nilo hasta el Éufrates), pero no nos equivoquemos, no es sólo ideología, Cisjordania es la región tapón hasta donde Israel está dispuesta a luchar (cómo máximo) ante un eventual ataque desde el este. Es un teatro de operaciones controlado por ellos pero sin ser la Israel legal que todos reclaman.
Si durante un conflicto armado tropas árabes rompieran el cerco de Cisjordania y penetraran en las fronteras reconocidas de Israel (las fronteras de 1967) sería la debacle para la entidad sionista y, a pesar de la política constante de colonización, la pobalción palestina resiste las embestidas de la dictadura supremacista de Israel.
Sin embargo el gran peligro está en el norte. Hezbollah está en el Líbano y en Siria totalmente consolidadas, Irán ha subcontratado su presencia en la frontera iraní a costa de la creación de una milicia assadista y proiraní con los remanentes de los combatientes que lucharon contra el Daesh y Al Qaeda en la batalla de Gouta Oriental y Bashar al Asad sigue sin caer.
Además, Arabia Saudí está en entredicho y se está debilitando con sus enfrentamientos regionales con Qatar y Turquía así como por sus relaciones con los terroristas de Al Qaeda y Estado Islámico y, como no, por sus actividades en Yemen.
Internamente Israel tiene graves problemas internos, frente al auge de los partidos ultranacionalistas como Israel Beitenu, que es muy popular entre los colonos, cada vez israelíes de dentro de las fronteras legales están polarizando el esquema político hacia movimientos izquierdistas y laicos debido, también, al auge de los ultraortodoxos que no trabajan ni sirven en el ejército pero que viven de las ayudas públicas.
Netanyahu ha sido incapaz de cortar los lazos de dependencia de estos judíos ultraortodoxos, que viven subvencionados, con las arcas del estado. Al mismo tiempo los partidos de centro-derecha, liberales o conservadores, como el Likud de Netanyahu están en un grave problema por la aparición de los ultranacionalistas de Beitenu, cada vez más poderosos y con un electorado fiel que no se ha dejado arrastrar hacia otros partidos de centro.
Esto, unido a los casos de corrupción que salpican al propio Netanyahu y que pueden acabar por meterle en la cárcel (ya Moshe Katzav, presidente de Israel, fue detenido, juzgado y condenado) le obligan a desviar la atención.
La población israelí se enfrenta a recortes, a la militarización, precariedad laboral y social y graves casos de corrupción mientras las instituciones gastan millones y millones en empresas fallidas que destruyen y provocan terribles males en sus estados vecinos.
Netanyahu, para ello, necesita una guerra y la necesita ya. Lo suficientemente larga (entre 5 y 8 semanas como mucho) como para aumentar su popularidad y con un enemigo que sea creible. Los palestinos sólo tienen opciones de ataques esporádicos pero, por ejemplo, tanto en Gaza como en Cisjordania, una campaña militar seria no se puede dar. La única opción es Líbano y Hezbollah.
La prensa occidental, asesorada por los medios de propaganda sionista, están laznando noticias falsas sobre túneles de Hezbollah en el sur del Líbano, lo cual es una insensatez ya que Hezbollah no necesita una guerra con Israel de forma directa. Hezbollah en primer lugar es un partido-milicia con amplia cobertura social transversal (incluye cristianos, dursos, chiitas y sunitas), ahora mismo Hezbollah está en una posición defensiva en el Líbano y expansiva en Siria e Irak con sus aliados y en Yemen con sus contactos con Ansarullah.
Al mismo tiempo tiene experiencia de combate, amplia red de apoyos nacional e internacional y una estructura consolidada que no se puede destruir con una guerra corta o con ataques esporádicos. Es más, la política de Netanyahu de presionar al Presidente del Líbano y culpabilizar al país de «cualquier cosa que venga del Líbano» es un claro indicio de una posible operación de falsa bandera (o intento), que sea usado como pretexto y casus belli para desencadenar la guerra podría ser un tiro en el pie.
En primer lugar porque Hezbollah, que es enemigo declarado de Israel, no ha lanzado ningún ataque directo contra el país, si Netanyahu ordena el ataque, el mismo podría ser percibido como un acto innecesario, en segundo lugar el pueblo israelí está descontento con su gobierno por lo que aparte de innecesaria, este podría no soportar el número de bajas por una eventual guerra en el Líbano (que se tornaría en un Vietnam de libro), además de poder percibir el acto de guerra como una medida desesperada por desviar la atención de las tramas de corrupción que rodean a Netanyahu y su gobierno.
En el gobierno de Netanyahu también hay sectores en contra de su política, y los ataques que recibiría desde la izquierda y la derecha podrían acabar por derrocarle del poder, sin contar con el hecho de que Hezbollah en el año 2006 tenía capacidad de defensa, bastante efectivo al lograr parar las acometidas de la infantería y la caballería mecanizada israelí y anular a las fuerzas aéreas israelíes con la artillería y los misiles Sahar.
Sin embargo hoy Hezbollah, doce años después, tiene más dinero, más efectivos y mejor material que entonces así como experiencia de combate. Ahora tiene capacidad defensiva y ofensiva de modo que un ataque con visos políticos puede acabar no sólo por derrotar al ejército israelí sino porque tengamos batallas entre Hezbollah y el ejército libanés (apoyado por las fuerzas aéreas del país del cedro y la artilería combinada de la milicia y las fuerzas estatales) contra el ejército israelí dentro del territorio del ente sionista por la capacidad militar adquirida y la experiencia en combate.
Hezbollah podría rechazar el ataque sionista y realizar un contraaque exitoso que estabilizara el frente o lograra penetrar en territorio israelí, lo cual sería la muerte política de Netanyahu y el fin de su partido y la cúpula militar y de inteligencia actual.
La aventura libanesa puede salirle muy cara a Netanyahu. (Foto: Screenshot)
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