Irán y Rusia pugnan por Siria

La crisis económica vinculada a las sanciones económicas a Irán unida a la pandemia ha hecho que Teherán esté perdiendo cantidades ingentes de dinero en el mantenimiento de las milicias chiitas domésticas que desde Líbano hasta Afganistán y pasando por Yemen han sido agentes vehiculares persas en la región.

La estrategia persa de unir el Mediterráneo con el Centro de Asia enfrenta ahora graves problemas económicos y un imprevisto en Siria que implica a Israel y a Rusia. Es público que las relaciones entre Damasco y Teherán han sido siempre buenas y cordiales pero dentro de una estrategia unificada de seguridad común para enfrentar las embestidas de las monarquías wahabistas, de Israel, de la penetración turca o de las injerencias de Estados Unidos.

Los sirios, que ven como Irán está esforzándose por establecerse en el territorio más cercano posible a Israel para ampliar el frente libanés de Hezbollah se encuentra con constantes ataques israelíes, eso sumado a la nueva crisis Tel Aviv-Teherán por la reanudación del programa nuclear y, en paralelo, la campaña de asesinatos de científicos iraníes dentro del territorio persa como ocurrió el 27 de noviembre en Teherán con Mohsen Fajrizadeh o el 2 de agosto con Abdullah Ahmed (número 2 de Al Qaeda), asesinados a tiros.

Este pulso entre ambos países ha sembrado de inseguridad las regiones del sur de Siria, especialmente en los alrededores de Damasco, donde las fuerzas aéreas israelíes atacan sin cesar para evitar el establecimiento de una infraestructura iraní que replique el modelo de milicias iraquí.

Sin embargo no es sólo Israel quién no está contenta con esto sino que los propios sirios, en las altas esferas del Baaz no ven con buenos ojos la llegada y el crecimiento del poder iraní en la región, que consideran contrario a los principios básicos del modelo socialista sirio y que, al mismo tiempo, representa un handicap a la hora de mantener relaciones internacionales en un momento en el que Siria pretende normalizar su estatus en a región y dentro de la comunidad internacional.

De hecho los intentos de Irán de crear una milicia chocan con el acuerdo Damasco-Moscú, tradicional aliado de Siria, para la vertebración y entrenamiento del nuevo ejército sirio, que restaría mucho poder a los iraníes, se mantendrían como un aliado estratégico, se continuaría con los acuerdos de defensa e inteligencia dentro del «eje de la resistencia» así como comerciales pero perderían influencia en detrimento de Rusia.

Rusia ofrece muchas más ventajas a Siria, en primer lugar es un país con derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, es un país con buenas o estables relaciones con países del entorno (incluido Israel) y que podría no sólo ser un actor que mediara a favor de Damasco sino que, por otro lado, ofrece mayores ventajas comerciales y financieras para el país y el desarrollo de los proyectos que Siria necesita en esta etapa de postguerra.

Asimismo el concepto de liderazgo propuesto por Rusia implica una estructura de gobierno ideologizada en torno al Baaz, con Bashar al Asad como líder indiscutible del estado, con un ejército moderno y una sociedad estable y moderna, mientras que el modelo iraní consistiría en la creación de milicias chiitas dependientes de líderes vinculados a partidos islámicos supeditados sólo en apariencia al gobierno de Bashar al Asad, situación intolerable el Baaz, sin contar con que el auge de políticas islámicas implicaría un retroceso social y económico.

De tal forma que el avance ruso en Siria implica la convalidación del modelo de estado baazista bajo parámetros modernos bajo el paraguas de Rusia mientras que Irán, como aliado regional estratégico, mantendría su posición como líder del «eje de la resistencia» en el que Siria se mantiene como aliado natural pero fuera de la demarcación de influencia político-militar iraní como en el caso de Líbano, Irak o, ahora, Yemen. (Foto: Wikimedia Commons)

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