El fenómeno de la presencia islámica en Europa comenzó a intensificarse en la década de 1950, tras el proceso de descolonización en países como Argelia y otros del Norte de África. Durante ese período, migrantes provenientes de antiguas colonias comenzaron a establecerse en países europeos para cubrir necesidades laborales y mantener estándares económicos. Inicialmente, muchas comunidades musulmanas en Europa tenían vínculos con movimientos socialistas y antiimperialistas, donde el Islam era visto principalmente como una cuestión cultural e identitaria, con un papel secundario en sus comunidades.

A partir de la revolución iraní en 1979, la guerra civil en Líbano y la influencia de grupos como los talibanes y muyahedeen en Afganistán, emergió una corriente ideológica conocida como Wahabismo, que se expandió con mayor fuerza gracias a la llegada de petrodólares de Arabia Saudí. Esta expansión fue inicialmente lenta debido a limitaciones tecnológicas, pero con avances en las comunicaciones y la globalización, la influencia wahabista logró penetrar en distintas comunidades musulmanas en Europa y otros lugares.

Una estrategia clave de esta expansión fue el uso de la predicación o Dawa, con sheijs e imames sauditas que viajaban entre mezquitas, estableciendo bases y consolidando la ideología wahabista. Paralelamente, en instituciones educativas en Egipto y Arabia Saudí, se formaban imames en corrientes como los Hermanos Musulmanes, el salafismo y el wahabismo, con el objetivo de promover estas doctrinas en comunidades específicas.

El enfoque también utilizó la táctica de Taqiya, o disimulo, para facilitar la integración inicial de ciertos grupos, adoptando un doble discurso: uno moderado para la sociedad en general, y otro más conservador para comunidades específicas. Sin embargo, a medida que estas comunidades lograron una masa crítica, algunos movimientos comenzaron a promover una islamización más activa, basada en valores wahabistas, y en ciertas ocasiones, en la segregación social.

El fenómeno de radicalización moderna ha sido influenciado por la presencia en Internet y medios de comunicación, incluyendo canales de televisión wahabistas que promueven contenidos con alto potencial de influencia. Esto ha llevado a un aumento en la radicalización en diferentes países islámicos y en comunidades musulmanas en Europa, donde algunas organizaciones han sido acusadas de facilitar la propagación de ideas extremistas.

El papel del financiamiento saudí y la influencia del wahabismo han sido determinantes en el contexto internacional, afectando países en Oriente Medio y en otros lugares del mundo islámico. La lucha contra la radicalización y el terrorismo, como los atentados del Estado Islámico y Al Qaeda en Europa, requiere un enfoque integral que incluya la cooperación internacional y una evaluación de las relaciones diplomáticas con actores clave en la región, como Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Qatar.

Para promover una convivencia pacífica y segura, la comunidad internacional continúa trabajando en la desradicalización, promoviendo el diálogo interreligioso, y fomentando un Islam moderado y respetuoso con los valores democráticos. La vigilancia y el análisis crítico de influencias externas, junto con políticas de integración inclusivas, son aspectos fundamentales en esta labor.