Desde su ascenso al trono en 1999, Mohamed VI ha consolidado un régimen caracterizado por un control absoluto sobre la política, la sociedad y la expresión pública en Marruecos. A pesar de su fachada de modernización, su liderazgo ha sido marcado por graves violaciones de derechos humanos, represión de movimientos sociales y un aparato institucional que mantiene un sistema claramente autoritario y totalitario.
Represión de los derechos humanos en las regiones oprimidas
Las naciones del Rif y del Sahara Occidental han sido escenario de represión sistemática por parte de las fuerzas del Estado. Los movimientos sociales en estos territorios, que buscan mayor autonomía o reconocimiento, enfrentan detenciones arbitrarias, torturas y desapariciones forzadas.
El Rif y la brutal represión de 2017:
El 28 de octubre de 2017, una manifestación en la ciudad de Alhucema, en el Rif, fue brutalmente reprimida por las fuerzas policiales. La protesta, denominada “Revolución del Rif”, había surgido como respuesta a la muerte de Mouhcine Fikri —quien murió aplastado en un contenedor de basura tras la confiscación de pescado ilegal— y se convirtió en un símbolo de resistencia contra el régimen. Las fuerzas del orden usaron balas de goma, gases lacrimógenos y golpes, resultando en numerosos heridos y varias detenciones. La represión fue acompañada de desapariciones forzadas y torturas en prisión, en un intento de silenciar la rebelión social y mantener el control.
Su líder, Nasser Zafzafi sigue preso por liderar esas protestas.
La represión en el Sahara Occidental y el incumplimiento de los Acuerdos de Houston:
Marruecos ha vulnerado sistemáticamente los Acuerdos de Houston (1997) y la literatura jurídica de la ONU relacionada con el pueblo saharaui, que ratifican el derecho a la autodeterminación. La comunidad internacional, incluyendo la ONU, ha establecido que el Sahara Occidental es un territorio no autónomo cuyo destino debe decidirse mediante un referéndum libre, justo y transparente. Sin embargo, Marruecos ha consolidado su ocupación mediante represión y encarcelamientos masivos.
En particular, la represión de la intifada ocurrido en El Aaiún en 2005 fue un hito en la historia de resistencia saharaui. Miles de saharauis salieron a las calles para protestar en contra de la presencia militar marroquí, en un movimiento decidido a reivindicar su autodeterminación. La respuesta fue brutal: las fuerzas marroquíes utilizaban armas de fuego, balas de goma y torturas para dispersar las movilizaciones, dejando numerosos heridos y detenidos. Las prisioneras y prisioneros saharauis han denunciado torturas sistemáticas, condiciones de detención inhumanas y desapariciones forzadas, en línea con las violaciones de los derechos humanos en los territorios ocupados.
Violación de los derechos en la legislación internacional
La ONU y su comité de derechos humanos han condenado reiteradamente las violaciones en el Sahara Occidental, donde Marruecos viola la protección internacional sobre el derecho a la autodeterminación. La Charta de la ONU y la literatura jurídica en la materia establecen que ningún Estado puede ejercer la soberanía mediante la represión del pueblo oprimido, algo que Marruecos continúa vulnerando sistemáticamente.
El control absoluto del poder y la consolidación monárquica
El régimen de Mohamed VI ha consolidado un sistema en el que la autoridad real prevalece sobre las instituciones democráticas. Las elecciones, aunque formales, carecen de verdadera independencia, y la disidencia política enfrenta censura, intimidación y cárcel. La figura del rey, en lugar de ser un símbolo de unidad, se ha convertido en un señor absoluto que decide sin contrapesos.
La estructura del poder está altamente centralizada y controlada por la familia real y sus aliados, con instituciones que parecen funcionar solo para legitimar la autoridad del monarca. La reforma constitucional de 2011, impulsada tras las protestas del Movimiento 20 de febrero, pretendió quizás abrir un resquicio de pluralidad, pero en realidad no alteró sustancialmente la naturaleza del poder monárquico, que continúa siendo un sistema autoritario y hermético.
El aspecto religioso y la visión totalitaria
El control ideológico y moral se ha intensificado bajo el reinado de Mohamed VI, quien actúa como garante de una interpretación oficial del Islam que refuerza la autoridad del régimen. La libertad religiosa está restringida, y las voces disidentes, especialmente las que cuestionan la relación oficial con la monarquía o promueven cambios en las libertades religiosas, son reprimidas. La educación y los medios estatales difunden una visión oficial del Islam que refuerza la narrativa de control y mantiene a la población en un estado de sumisión.
Tensiones internacionales: Argelia, España y las reivindicaciones del Sahara
Las tensiones con Argelia han sido crecientes, especialmente a raíz de las políticas contrastantes respecto al Sahara Occidental. Mientras Argelia apoya la autodeterminación del pueblo saharaui y respalda al Frente Polisario, Marruecos persistió en su reivindicación territorial y en la represión de los saharauis. Este conflicto ha llevado a un endurecimiento de las relaciones diplomáticas, con cierres de fronteras y acusaciones mutuas de apoyo a movimientos subversivos.
Por otro lado, las relaciones con España también están marcadas por la disputada cuestión del Sahara y las ansias expansionistas del régimen marroquí contra Ceuta y Melilla. La ocupación de estos territorios y la represión de las comunidades migrantes y disidentes ha generado tensiones diplomáticas que reflejan la profundidad del control y la arbitrariedad del régimen marroquí.
La literatura jurídica y la necesidad de resistencia
Desde la perspectiva jurídica internacional, la situación en Marruecos y en los territorios ocupados requiere una acción firme basada en la legalidad y el respeto a los derechos humanos. La literatura jurídica de la ONU enfatiza el derecho a la autodeterminación, la protección de los derechos civiles y políticos, y la preeminencia del estado de derecho. Sin embargo, en la práctica, Marruecos continúa ignorando estas obligaciones.
La resistencia del pueblo saharaui, así como los movimientos sociales en Marruecos, son expresiones legítimas del derecho a la autodeterminación y la libertad. La comunidad internacional debe respaldar estas reivindicaciones mediante mecanismos efectivos que pongan fin a la represión.
Reflexión final
El régimen de Mohamed VI representa una forma de autoritarismo que, aunque disimulado tras una fachada de modernización, perpetúa la represión, la violación de derechos humanos, y la sumisión de su población y territorios ocupados. La historia ha demostrado que la resistencia y la lucha por la justicia son inevitables ante sistemas que buscan consolidar el poder excluyendo la voluntad popular.
Es imprescindible que la comunidad internacional intensifique su papel, exigiendo un respeto genuino a los derechos humanos y la solución justa y definitiva del conflicto del Sahara, basada en la autodeterminación del pueblo saharaui, en línea con la normativa internacional.