Arabia Saudí es uno de los países más importantes del mundo. Su industria petrolífera es básica para la economía saudí y del mundo siendo el segundo país en reservas de petróleo tras los yacimientos de Venezuela-Brasil. Su economía es fuerte y estable y su pronóstico de crecimiento para 2024 la sitúan en un 2,6%, pronóstico que se dispara al 6% para 2025.
Los dividendos del petróleo, la industria asociada. Los ingresos económicos de los millones de peregrinos que acuden al Hajj y al Omrah así como la inversión inmobiliaria, en infraestructuras y en negocios alrededor del mundo hacen de Riad uno de los países más ricos del mundo. Arabia Saudí, por sus tipos impositivos, es considerado un país de baja tributación y cómodo para invertir, muy atractivo. Sin embargo, a diferencia de otros países del entorno como Emiratos Árabes Unidos o Qatar no se ha publicitado en el exterior al nivel de estos otros países de ahí que industrias como el turismo sean residuales aunque vayan in crescendo.
Una tendencia que desde la llegada del Rey Salman Bin Abdulaziz y las gestiones del Príncipe y Primer Ministro Saudí, Mohamed Bin Salmán, ha ido cambiando. La inversión en la puesta a punto de la sociedad saudí para integrarse en el modelo de relaciones internacionales del siglo XXI. De hecho los megaproyectos como Neom, el Riad Season, o la pugna por el mundial de fútbol de 2034 en Arabia Saudí confirman una tendencia alcista del gobierno saudí a la hora de abrirse al mundo.
Sin embargo, si algo ha caracterizado a Arabia Saudí ha sido su discreción diplomática, a veces confundida con indecisión pero sobre todo lo que ha marcado la diplomacia saudí son las relaciones con Estados Unidos en el contexto de la Guerra Fría, la participación estadounidense en ARAMCO o la presencia de tropas norteamericanas en territorio saudí. Si vemos el mapa mundial desde 1947 – 1991, veremos que en Oriente Próximo la situación se solapó con procesos revolucionarios violentos y una “Guerra Fría Árabe” propia de la región MENA.
Junto con el enfrentamiento URSS-Occidente, en Oriente Próximo otra guerra tuvo lugar: la caída de las monarquías árabes de Egipto, Irak, Jordania o Yemen del Norte provocó el terror en Occidente a una posible caída de la Casa de Saud. La importancia en las rutas petroleras del Golfo Pérsico por mar y el miedo a una caída de Arabia Saudí en la esfera de influencia soviética hizo que Washington decidiera apoyar con todos sus recursos a Arabia Saudí sobre todo como contrapeso a la hostilidad de Mohamed Reza Pahlavi, emperador de Irán hacia Occidente en la OPEP durante los años setenta, lo que significó que la diplomacia saudí quedó en un segundo plano, eclipsada por la protección estadounidense.
Aunque el Shah de Irán no tenía nada contra Arabia Saudí, lo cierto es que su actitud fue un problema para occidente, que veían una amenaza en sus reclamaciones de encarecer el precio del petróleo. Junto a esta oleada, ya citada, de revoluciones árabes se asentaron una serie de Repúblicas hostiles a las monarquías árabes, hostilidad que redunda en lugares tan lejanos de la península arábiga como en el Magreb (hostilidad república argelina vs monarquía marroquí).
La creación de un bloque árabe republicano y socialista implicó la creación de estados de corta duración como la República Árabe Unida y una pugna por el control de esa esfera de influencia que pivotó desde el Egipto de Gamal Abdel Nasser, liderazgo roto por los acuerdos de Camp David que sacó a Egipto de la esfera de influencia soviética y la instaló en la esfera de influencia estadounidense. En paralelo el Baaz se escindió en dos centros que reclamaban el poder para sí: Siria con Hafez al Asad – Bashar al Asad y Bagdad con Sadam Hussein.
Junto a esto, actores no estatales hicieron aparición: desde los Hermanos Musulmanes, ya existentes desde los años 20 en Egipto hasta milicias qutbistas y grupos de voluntarios muyahidines, muchos de ellos salidos de Afganistán durante el apoyo occidental contra los soviéticos (1979-1988) y que Arabia Saudí junto con Pakistán apoyaron para ayudar a los norteamericanos siendo que, al final, ambos aliados duramente golpeados por estos grupos armados. Estos grupos de etiología sunita, atacaron a Arabia Saudí (asalto a la gran mezquita de 1979 que provocó 127 soldados muertos en combate y 451 heridos, 117 terroristas y 68 ejecuciones). Estos grupos no estatales de criminalidad compleja y redes internacionales se instalaron en la Península Arábiga siendo el más famoso de todos “Al Qaeda en la Península Arábiga”.
Si Arabia Saudí sufría el hostigamiento de grupos radicales de corte sunita, la Revolución Islámica de Irán explotó el modelo de “Yihad chiita” a Afganistán (a través de los Hazaras y de Hezbollah Afganistán, Líbano a través de Hezbollah libanés, escindido de AMAL y, como no a Arabia Saudí), por primera vez los chiitas del mundo, una minoría siempre dominada, tenían un estado que les apoyaba. El reto frente a estos grupos en la región arábiga radicaba en la creación en 1987 de Hezbollah – Al Hejaz y lanzaron una guerra de guerrillas entre 1987 – 89 siendo su mayor ataque a las Torres Khobar en 1996.
La introducción en Arabia Saudí de tantos grupos terroristas (algunos vinculados a procesos revolucionarios en la región como el caso de los grupos chiitas y otros a grupos no estatales y autónomos pero con una gran proyección internacional) provocaron que el sistema saudí se reforzará y tendiera a priorizar una seguridad extrema por sobre un desarrollo normal y consideró al entorno regional (Irán o la Irak de Sadam como estados hostiles).
En el exterior la situación no era mejor: la frontera con un Irak hostil, la guerra civil de Omán (Guerra de Jebel Akhdar 1954-1959 y la guerra de Dhofar 1962 – 1975) fueron un grave problema de seguridad en el este, sin contar con la hostilidad de Yemen del Norte, su reunificación con Yemen del Sur y la posterior insurgencia de Ansarullah (Huthies desde 1994 con Najran como objetivo constante).
La proyección marítima hacia el mar rojo tampoco era buena: un Egipto hostil, un Sudán en guerra constante, la Guerra de Etiopía y Eritrea en la línea de costa, y el colapso de Somalia significaban más problemas, en el Golfo Pérsico la costa de Irán y sus ansias sobre Bahrein y en Qatar la influencia de Al Qaradawi de los Hermanos Musulmanes amenazaban la ideología política del sistema saudí.
Sólo la frontera con Emiratos, Kuwait, Bahrein y Jordania ofrecía garantías.
Los procesos revolucionarios árabes que comenzaron en 2010 en Túnez y se expandieron por Oriente Próximo y el Magreb significó otra fuente de problemas: las guerras entre grupos terroristas, milicias y el surgimiento de estados paralelos como Estado Islámico en Irak y Siria o la actual zona controlada por Al Qaeda en Idlib o la consolidación de estados kurdos (en Irak y Siria) junto con milicias turcomanas significó un triple problema:
-Chiitización de Irak, Siria y Yemen, creación de una zona de influencia imperial iraní
-Islam a la turca (ideología de Kenan Evren , presidente de Turquía desde 1980-89), desarrollada por Abdullah Gül, Ahmet Davutoglu y especialmente por Recep Tayyip Erdogan entre las comunidades turcomanas de Oriente Próximo y comunidades urbanas de Oriente Próximo.
Junto con esto la expansión turca en Transcaucasia (apoyando a Azerbaiyán contra Armenia) y generando tensión con Irán implicó a Arabia Saudí tomando posiciones favorables a los armenios y haciendo equipo con Irán, de hecho Arabia Saudí reconoció el genocidio armenio en 2019.
–Crisis con Qatar 2017-2021 (ya superada) pero que hizo que tanto Turquía como Irán apoyaran a Qatar frente a Arabia Saudí, de hecho Turquía desplegó tropas en el país árabe e Irán apoyó a Qatar. De hecho Qatar es el lugar de refugio de miembros de Hamás y del fallecido ex líder de los Hermanos Musulmanes, Yusuf Al Qaradawi (de los Hermanos Musulmanes tomó Jomeini parte de la inspiración para el modelo iraní de la Velayat al Faquih).
Debido a estos retos el carácter reservado se dio lugar a una diplomacia sutil y muy discreta a la sombra de Estados Unidos, que protege al Reino Saudí por el propio interés de Washington de mantener su influencia geopolítica pero también las rutas de suministro en una zona muy volátil. Esto implicó una paradoja: Arabia Saudí como el estado más rico de Oriente Próximo.
Arabia Saudí es el país número 19 (con 1.069.437 millones y 36 millones de habitantes) en el ranking global del IMF miembro básico del G20, Consejo de Cooperación del Golfo o La Liga Árabe no tiene apenas presencia geopolítica e influencia en la región. Turquía (puesto 17 con 1.154.600 millones y con una población de 86) o la República Islámica de Irán (puesto 42 366.438 millones y con una población de 88 millones) han logrado definir espacios geopolíticos propios donde se dan confluencia de intereses o tensiones.
El hecho de que Turquía haya logrado dinamizar el espacio balcánico con el otomanismo y, a través del turanismo haya logrado dinamizar espacios turcomanos desde la República Turca del Norte de Chipre hasta Azerbaiyán y, salvo por el corredor de Zangezur, haya logrado crear una ruta oriente – occidente que conecta con Europa a través de los citados balcanes y de Azerbaiyán – Caspio con los inmensos recursos de Asia Central que proyecta en su frontera sur contra el gobierno de Al Asad, lo gobiernos kurdos de Siria (Rojava) y de Irak (Kurdistán) así como de los grupos milicianos kurdos como PKK, YPG o PGY.
De hecho el “anillo de seguridad” turco en Siria recuerda a la ocupación del Norte de Chipre con la creación, en Siria también, de un sistema político, económico y postal independiente que está transitando de ser una zona de ocupación militar de seguridad a un protoestado debido a la alianza de tropas turcas y fuerzas locales de amplio espectro (desde lobos grises turcos hasta brigadas turcomanas sirias o HTS-Al Qaeda, de hecho posee presidente: Hadi al Bahra, Primer Ministro Abdurrahman Mustafa y Ministro de Defensa Salim Idris). Esta proyección geopolítica coincide con el despliegue de más tropas en Qatar (donde Turquía ha aumentado su presencia militar)
Irán desarrolló una estrategia política basada en la exportación de la Revolución Islámica en forma de estrategia política de milicias como un modelo de satrapía autónoma basada en varios parámetros: alineamiento ideológico con Teherán, liderazgo autóctono con asesores iraníes, establecimiento de estructura política y social y creación de fuerzas milicianas. Esto se ve claramente en Líbano y Yemen.
Sin embargo aparte de la estrategia de milicias en base a la ideología chií también se hizo fuerte el iranismo étnico, lingüístico y cultural a fin de obtener el apoyo de comunidades no chiitas pero de cultura irania (kurdos en Irak y Siria o Pastunes en Afganistán, Tayikos y Pamiris en Tayikistán) o usando el iranismo para atraer grupos iranios no musulmanes…como el caso de los armenios (cristianos pero de etnia irania).
Esto implicó que Irán haya ido aprovechando cada oportunidad para exportar su modelo con notable éxito buscando el mar, logrado con su presencia en Siria, Líbano o Yemen y reforzando una retaguardia (Afganistán y Pakistán) desde donde mueve recursos. Otro lugar de proyección iraní es África, especialmente Nigeria a través de Sheij Zakzaki o Hispanoamérica a través de la ideología revolucionaria (en Nicaragua, Cuba o Venezuela).
La cantidad de recursos expuestos por Irán incluyen: Pakistán, Afganistán, Bahrein, Irak, Siria, Líbano, Palestina (Hamás), Yemen han sido un éxito para el gobierno de Teherán. Tal vez el mejor organizado de todos
Arabia Saudí, sin embargo, ha proyectado un gran poder en el mundo pero no en Oriente Próximo. Ahora ha vuelto a establecer relaciones con Irán, tras años de tensiones, en reuniones auspiciadas por China en 2023. Arabia pero también Turquía reanudaron relaciones con Siria en 2024. El próximo lunes el Presidente turco Recep Tayip Erdogan visitará Arabia Saudí y al Príncipe y Primer Ministro Mohamed Bin Salmán.
Los megaproyectos saudíes son muy positivos y otorgan una gran credibilidad financiera y económica además de un profundo impacto de marketing pero el siguiente paso debería ser aprovechar la profundidad geopolítica para abrirse paso en un Oriente Medio siempre hostil. Si algo nos ha enseñado la historia reciente es que un Oriente Próximo estable y pacífico que proyecte seguridad financiera y estabilidad sociopolítica pasa sí o sí por unas buenas relaciones entre Irán, Turquía y Arabia Saudí. El trío Ankara – Teherán – Riad sólo puede ofrecer oportunidades positivas pero el gobierno de Arabia Saudí debe y necesita desarrollar una diplomacia más fuerte, menos sutil y, sobre todo, independiente de la sombra, siempre tenebrosa y peligrosa, de la alta diplomacia de Estados Unidos.