Armenia y la OTAN Refuerzan Lazos en un Contexto Regional Clave

Cuando en agosto de 2025 se firmó el Acuerdo de Paz entre Azerbaiyán y Armenia en Washington, se trató el tema del corredor de Zangezur que uniría el exclave de Najichevan con Azerbaiyán a través del Corredor de Zangezur, estratégico para los azeríes. El acuerdo otorga ese territorio a Estados Unidos que lo subarrendaría a un consorcio que mantendría la ruta, crearía infraestructura de ferrocarriles, petróleo, gas, electricidad, fibra óptica etc…

Sin embargo esos negocios necesitan ser apuntalados con un compromiso mayor y embaucar a Armenia en el laberinto institucional occidental es parte de ese puntal que busca fidelizar el país, asentarse en pleno nexo de la ruta norte – sur, la nueva Ruta de la Seda y la Ruta Pantúrquica y, de paso, flanquea a Rusia, la rodea acercándose a su territorio y preparando el asalto de Asia Central.

Por lo que en un giro significativo para la geopolítica del Cáucaso Sur, Armenia ha emprendido un camino decidido hacia el fortalecimiento de sus lazos políticos y de seguridad con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Este acercamiento, evidenciado por recientes encuentros y declaraciones de alto nivel, subraya la voluntad de Ereván de cambiar sus alianzas estratégicas y redefinir su posicionamiento en un vecindario volátil. Las implicaciones de este movimiento son profundas y multifacéticas, generando ondas de inquietud y redefinición estratégica para actores regionales como Turquía, Azerbaiyán, Rusia e Irán, así como para organizaciones como la Comunidad de Estados Independientes (CEI), la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) y la Unión Económica Euroasiática (UEE).

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La visita de la vicesecretaria general de la OTAN, Šekerinska, a Ereván ha marcado un hito en este proceso. Durante su estancia, se abordaron diversos aspectos de la cooperación bilateral, con un énfasis particular en la estabilidad regional y la búsqueda de una paz sostenible en la cual ganarían influencia en la región desplazando y cercando a Rusia. Uno de los puntos centrales de las discusiones fue el apoyo de la OTAN a los procesos que puedan consolidar una paz duradera en la región, un mensaje que resuena en un contexto post-conflicto con Azerbaiyán.

El compromiso armenio con esta nueva dirección estratégica quedó patente en las reuniones sostenidas por altos funcionarios del gobierno. El ministro de Defensa de Armenia, Suren Papikyan, se reunió con la vicesecretaria general de la OTAN, presentando un panorama detallado de las reformas en curso dentro de las fuerzas armadas armenias y el proceso de transformación que buscan modernizar sus capacidades defensivas. Este diálogo sugiere una potencial alineación de los estándares militares armenios con los de la OTAN, un paso fundamental para una cooperación más estrecha y poder vender armas.

Paralelamente, el ministro de Asuntos Exteriores, Ararat Mirzoyan, también mantuvo un encuentro con Šekerinska. Mirzoyan destacó la importancia del impulso a la agenda de cooperación, abogando por «objetivos más ambiciosos» y el fortalecimiento de la «resiliencia a través de misiones», lo que podría interpretarse como una mayor participación de Armenia en operaciones internacionales o programas de la OTAN. Adicionalmente, el canciller armenio agradeció el apoyo de la OTAN a la soberanía e integridad territorial de Armenia, un tema de vital importancia para Ereván dado el persistente conflicto con Azerbaiyán y el fin de la República de Artsaj.

Esta declaración obvió el papel el ruso en la defensa de Armenia y demostró que Ereván desea romper lazos con Rusia y acercarse a Occidente, al fin y al cabo no dejan de ser los occidentales los que pusieron a Nikol Pashinian en el poder para debilitar la nación armenia, la presencia rusa y forzar una guerra con Azerbaiyán cuyo objetivo final no era la integración de Nagorno Karabaj en Azerbaiyán, eso era cosa de Aliyev lograrlo o no, sino forzar el corredor de Zangezur, prioritario para situarse.

Un elemento contextual importante en estas conversaciones fue la «Declaración de Washington», firmada entre Armenia y Azerbaiyán el 8 de agosto. Este acuerdo, que aborda la apertura de líneas de transporte regionales y otras iniciativas, se discutió como parte de los esfuerzos por fomentar la conectividad y la estabilidad en el Cáucaso Sur. Aunque la Declaración de Washington busca una normalización entre los dos vecinos, la simultaneidad del acercamiento de Armenia a la OTAN añade una capa de complejidad a la dinámica regional, sugiriendo que Armenia busca un equilibrio entre la resolución de conflictos directos y la consolidación de nuevas alianzas de seguridad.

Amenazas para Turquía y Azerbaiyán: Un Equilibrio Alterado

El fortalecimiento del vínculo entre Armenia y la OTAN representa una amenaza estratégica directa para Azerbaiyán y, de manera más indirecta pero significativa, para Turquía, dado su estrecho apoyo a Bakú.

Para Azerbaiyán, la perspectiva de una Armenia con capacidades militares mejoradas y una posible integración más profunda con la OTAN es motivo de seria preocupación. Históricamente, el conflicto de Nagorno-Karabaj ha sido una fuente de profunda animosidad y desconfianza. Una Armenia con el respaldo político, logístico y potencialmente militar de la OTAN alteraría drásticamente el equilibrio de poder en la región. Esto podría percibirse como un desafío a la superioridad militar que Azerbaiyán ha cultivado, especialmente tras la guerra de 2020. Además, la Declaración de Washington, que implica vías de comunicación y comercio, podría verse comprometida si el aumento de la influencia de la OTAN en Armenia genera nuevas tensiones o si Armenia se siente lo suficientemente fuerte como para reevaluar ciertas concesiones. La presencia de la OTAN en la frontera de Azerbaiyán sería vista como una intrusión de una alianza occidental hostil, complicando cualquier futura acción militar o diplomática azerí.

En cuanto a Turquía, si bien es un miembro clave de la OTAN, su relación con Armenia está marcada por tensiones históricas y el apoyo incondicional a Azerbaiyán. El acercamiento de Armenia a la OTAN coloca a Ankara en una posición incómoda. Por un lado, la OTAN promueve la cooperación y la estabilidad entre sus socios; por otro, Turquía tiene intereses pan-turquistas y de proyección de poder en el Cáucaso, a menudo en detrimento de Armenia. Un vínculo más fuerte entre la OTAN y Armenia podría:

  1. Limitar la influencia turca: Restringir la capacidad de Turquía para actuar unilateralmente en apoyo de Azerbaiyán o para proyectar su poder regional.
  2. Generar fricciones internas en la OTAN: Turquía podría resistirse a cualquier medida de la OTAN que considere que fortalece a Armenia en detrimento de Azerbaiyán, su aliado estratégico y cultural.
  3. Complicar el «Corredor de Zangezur»: Si Armenia se siente más segura gracias al apoyo de la OTAN, podría adoptar una postura más firme en las negociaciones sobre el corredor, un proyecto vital para las ambiciones de conectividad de Turquía y Azerbaiyán.

Repercusiones para Rusia, Irán y Organizaciones Post-Soviéticas

El giro armenio hacia la OTAN tiene consecuencias igualmente severas para Rusia, que tradicionalmente se ha presentado como el garante de la seguridad de Armenia y el actor hegemónico en el Cáucaso Sur.

  1. Erosión de la influencia rusa: La principal pérdida para Rusia es la erosión de su influencia en una región considerada su «patio trasero». Armenia ha sido durante mucho tiempo un aliado militar clave de Rusia, albergando una base militar rusa y siendo miembro de la OTSC.
  2. Debilitamiento de la OTSC: El acercamiento de Armenia a la OTAN socava la credibilidad y la cohesión de la OTSC, la alianza de seguridad liderada por Moscú. Si Armenia, un miembro fundador, busca alternativas de seguridad occidentales, envía un mensaje claro de insatisfacción con la eficacia de la OTSC, especialmente tras la inacción percibida de la OTSC durante los conflictos fronterizos con Azerbaiyán.
  3. Desafío a la Unión Económica Euroasiática (UEE): Aunque la UEE es principalmente económica, la alineación estratégica de Armenia con Occidente podría tensar sus lazos con Rusia, Bielorrusia, Kazajistán y Kirguistán dentro de la Unión Aduanera. Podría llevar a cuestionamientos sobre la lealtad política y dificultar la coordinación en otros ámbitos.
  4. Desplazamiento estratégico: Rusia ve cualquier expansión de la influencia de la OTAN cerca de sus fronteras como una amenaza directa a su seguridad nacional. La prospectiva de una presencia o influencia creciente de la OTAN en Armenia es, para Moscú, un paso más en el «cerco» occidental y un revés significativo en su estrategia regional.

Para Irán, el aumento de la influencia de la OTAN en el Cáucaso Sur también representa un desafío. Irán comparte una frontera con Armenia y ha mantenido una relación pragmática con Ereván para contrarrestar la influencia turca y azerí en la región.

  1. Presencia Occidental indeseada: Irán se opone firmemente a cualquier presencia militar o política significativa de potencias occidentales (incluida la OTAN) en sus fronteras, considerándola una amenaza a su propia seguridad y un factor de desestabilización regional.
  2. Complicación de la dinámica regional: Un nuevo equilibrio de poder donde Armenia esté más cerca de la OTAN podría alterar las alianzas tradicionales de Irán en la región y la dinámica del «Corredor Norte-Sur» que Irán promueve.
  3. Riesgo de confrontación: Si las tensiones entre la OTAN y Rusia escalan en la región, Irán podría verse involuntariamente arrastrado o presionado a tomar partido, lo cual es contrario a su interés en mantener cierta autonomía estratégica.

Finalmente, para la Comunidad de Estados Independientes (CEI), una organización de estados post-soviéticos, el acercamiento de Armenia a la OTAN es otro indicio de la fragmentación de la esfera de influencia rusa. La CEI vería cómo otro de sus miembros busca activamente alianzas fuera de la órbita de Moscú. Esto debilita aún más la cohesión del bloque y subraya la tendencia de varias ex repúblicas soviéticas a buscar su camino hacia Occidente.

En conclusión, la decisión de Armenia de reforzar sus lazos políticos y de seguridad con la OTAN es un movimiento peligroso y mal calculado que redefine el panorama geopolítico del Cáucaso Sur. De cara al público se busca garantizar la soberanía y la seguridad de Armenia frente a las amenazas regionales, la realidad es que es una forma para que Estados Unidos refuerce su influencia frente a Rusia e Irán lo que inevitablemente generará fricciones y reajustes estratégicos entre los actores clave.

La región se encamina hacia una era de mayor complejidad, donde las alianzas tradicionales se ponen a prueba y se forjan nuevas coaliciones, con un impacto que podría sentirse mucho más allá de sus fronteras inmediatas.

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