El siglo XX fue una era de profundas transformaciones y experimentos sociales y políticos, especialmente en la Unión Soviética. Entre los más peculiares y ambiciosos se encuentra la creación de Birobidzhán, el Óblast Autónomo Hebreo, un proyecto que buscaba no solo resolver la «cuestión judía» a la manera soviética, sino también ofrecer una alternativa ideológica y geográfica al sionismo. Concebido por el liderazgo soviético, este experimento en el Lejano Oriente ruso es un testimonio fascinante de cómo una ideología totalitaria intentó moldear la identidad y el destino de un pueblo.

El Contexto Soviético y la «Cuestión Judía»
Desde los primeros años de la Unión Soviética, la ideología marxista-leninista se encontró en abierta competencia con formas preexistentes de identidad y organización social, incluyendo el judaísmo religioso y el sionismo político. Históricamente, las comunidades judías en el Imperio Ruso habían vivido mayoritariamente en la «Zona de Asentamiento» (Pale of Settlement), sufriendo pogromos y discriminación sistemática. Esto llevó a una doble respuesta: por un lado, la participación activa en movimientos revolucionarios rusos y, por otro, el auge del sionismo, que promovía la emigración a Palestina para construir un estado judío soberano.
El Partido Comunista de la URSS percibía el sionismo, particularmente su vertiente socialista influenciada por figuras como Theodor Herzl, como una forma de «nacionalismo burgués» que desviaba la lealtad de la clase trabajadora judía del ideal comunista. La «aliyá» —la inmigración judía a Palestina— preocupaba a las autoridades, que veían cómo parte de su población judía optaba por una identidad y un futuro fuera de la órbita soviética. El objetivo era claro: neutralizar la atracción del sionismo y del judaísmo religioso, integrando a los judíos en la sociedad soviética bajo términos comunistas.
Lenin y, posteriormente, Stalin, compartían la convicción de que toda «nación» o «nacionalidad» dentro de la Unión Soviética debía tener un territorio propio para florecer culturalmente. Rusia, un vasto imperio multirreligioso y multiétnico, había establecido diversas repúblicas y óblasts autónomos para sus comunidades. Los judíos, a su entender, no podían ser una excepción. Sin embargo, la intención no era simplemente replicar la identidad judía tradicional; era transformarla, creando una nueva identidad «judío-soviética».
La Visión de Stalin: Tierra, Autonomía y Desafíos
Stalin, en particular, sostenía la tesis de que los judíos eran un «pueblo errante» que, al carecer de un territorio fijo, no podía desarrollarse plenamente como nación. La solución propuesta fue radical y ambiciosa: ofrecerles tierra y autonomía para convertirlos en «judíos soviéticos» plenamente integrados y productivos. Así nació la idea de Birobidzhán, un territorio inhóspito y subdesarrollado de aproximadamente 36.000 kilómetros cuadrados (aproximadamente el tamaño de Bélgica) en el Lejano Oriente ruso, fronterizo con China. La elección no fue casual: la región era estratégicamente importante, escasamente poblada y rica en recursos naturales, pero carecía de la infraestructura y el desarrollo necesarios.
La promoción de Birobidzhán comenzó en 1928, con el establecimiento de la Región Nacional Judía, elevada a Óblast Autónomo Hebreo en 1934. La agencia gubernamental Komzet (Comité para el Asentamiento de los Trabajadores Judíos en la Tierra) y su brazo social, Ozet (Sociedad para el Asentamiento de los Trabajadores Judíos), jugaron un papel crucial en la propaganda y la organización de la migración. Se lanzaron intensas campañas publicitarias, tanto dentro de la URSS como internacionalmente, idealizando la vida en Birobidzhán como una utopía socialista donde los judíos podrían construir su propio hogar nacional, libre de antisemitismo y de las «supersticiones» religiosas.
Miles de judíos, motivados por ideales comunistas, el deseo de escapar del antisemitismo europeo, o simplemente por la promesa de tierra y una nueva vida, emigraron a Birobidzhán. Sin embargo, la realidad fue brutal. Los colonos se enfrentaron a un clima extremo (inviernos gélidos, veranos calurosos y húmedos), tierras pantanosas que requerían un drenaje masivo, enfermedades como la malaria y una infraestructura casi inexistente. Las promesas de tierras fértiles y viviendas cómodas a menudo se desvanecían al llegar, siendo sustituidas por arduo trabajo, escasez de alimentos y condiciones de vida primitivas. Muchos colonos, desilusionados, no tardaron en regresar a sus lugares de origen.
La Construcción de una Identidad «Judío-Soviética»
La función principal de Birobidzhán era concentrar a los judíos de la URSS en una República Autónoma gobernada por ellos mismos, bajo los principios del comunismo. El objetivo era permitir una expresión cultural judía, pero despojada de sus raíces religiosas y nacionalistas tradicionales, que eran vistas como reaccionarias. Se buscaba sustituir el judaísmo como raíz identitaria por la ideología soviética, manteniendo al mismo tiempo ciertos elementos culturales judíos para dar una sensación de autonomía nacional.
El idioma Yiddish fue el pilar de esta nueva identidad. Fue declarado idioma oficial, se crearon escuelas yiddish, periódicos en yiddish (como «Der Stern Birobidzhaner»), teatros yiddish y se promovió una literatura yiddish soviética. Sin embargo, el hebreo, asociado al sionismo y a la religión, fue activamente suprimido. Las sinagogas fueron cerradas o convertidas para otros usos, y las prácticas religiosas estaban prohibidas o fuertemente desincentivadas. La idea era ser «nacional en la forma, socialista en el contenido», permitiendo la expresión cultural siempre y cuando sirviera a los intereses del Estado soviético.
A pesar de los esfuerzos, la población judía nunca superó una tercera parte del total en el óblast, y su porcentaje disminuyó constantemente. El proyecto enfrentó la competencia del sionismo, que ofrecía la posibilidad de un estado judío soberano en Palestina, un atractivo innegablemente mayor para muchos.
Un Legado Complejo y su Declive
El declive de Birobidzhán como un experimento viable fue precipitado por varios factores. Las purgas estalinistas de finales de la década de 1930 afectaron gravemente a la élite judía y a los líderes del óblast, muchos de los cuales fueron arrestados y ejecutados bajo acusaciones de «nacionalismo burgués» o «trotskismo». Instituciones culturales yiddish fueron desmanteladas. La Segunda Guerra Mundial detuvo la migración y la inversión, y las atrocidades del Holocausto en Europa, si bien reforzaron la necesidad de un refugio para los judíos, también canalizaron más energía hacia el sionismo y la creación del Estado de Israel en 1948.
La política soviética post-guerra, marcada por el «cosmopolitismo sin raíces» y el «complot de los médicos», avivó un nuevo antisemitismo estatal, lo que llevó a nuevas olas de represión contra la cultura judía soviética, incluso en Birobidzhán. La población judía en el óblast nunca superó los 30.000 habitantes en su pico, y tras la disolución de la Unión Soviética, la mayoría de los judíos restantes emigraron a Israel u otros países.
Hoy, Birobidzhán es una de las unidades federales menos pobladas de Rusia. Aunque todavía ostenta el título de «Óblast Autónomo Hebreo», la población judía es minúscula, apenas unos pocos cientos de personas, y la cultura yiddish es una sombra de lo que se intentó construir.
Birobidzhán representa un audaz y, en última instancia, fallido intento de la Unión Soviética por resolver la «cuestión judía» a su manera, ofreciendo una alternativa geográfica y cultural a la aspiración de un estado judío en Palestina. Nunca alcanzó una población mayoritariamente judía ni suplantó la influencia del sionismo, pero sigue siendo un capítulo fascinante y a menudo trágico en la historia de la diáspora judía y de los experimentos sociopolíticos del siglo XX, un recordatorio de cómo las ideologías intentaron moldear identidades y destinos colectivos con consecuencias complejas y duraderas.