El Cáucaso, una región históricamente estratégica y cargada de conflictos, está atravesando un momento de cambios profundos que podrían redefinir su mapa geopolítico en los próximos años. La firma de un acuerdo en la Casa Blanca entre Armenia y Azerbaijan, mediado por el expresidente Donald Trump, en un contexto donde la influencia de Estados Unidos e Israel parece aumentar a expensas de Moscú y Teherán, marca un punto de inflexión en la región. Estos movimientos no solo afectan a las naciones directamente involucradas, sino que también tienen profundas implicaciones para las grandes potencias regionales y globales que compiten por ejercer su influencia en un territorio con una historia de conflictos, alianzas cambiantes y recursos estratégicos.
El Acuerdo y Sus Claves
El 8 de agosto de 2025, Armenia y Azerbaijan oficializaron un acuerdo en la residencia de la delegación estadounidense en Washington, con la mediación del expresidente Donald Trump. Este acuerdo sella un camino de tránsito que conecta Azerbaiyán con su exclave de Nakhichevan, cruzando territorio armenio, con la finalidad de facilitar vías de transporte y comunicación en la región. Bajo el título “Camino de Trump hacia la Paz y la Prosperidad Internacional”, el acuerdo busca no solo consolidar la paz, sino también promover el desarrollo económico y la influencia de Estados Unidos en una zona dominada durante décadas por rivalidades tradicionales.
Uno de los aspectos más relevantes de la iniciativa es la propuesta de disolver el Grupo de Minsk de la OSCE, creado en 1992 para mediar en el conflicto de Nagorno-Karabakh. La medida apunta a una reconfiguración del control en la región, dejando a un lado los esfuerzos multilaterales que, en esencia, habían intentado mantener un equilibrio de poder, y dando paso a la intervención directa de Washington, Pax Americana basada en un orden bajo su control directo para obtener dinero, poder, influencia y expulsar a sus enemigos (Rusia e Irán), apuntalar el poder de Estados Unidos en Europa Oriental y Oriente Próximo y sentar las bases para la ofensiva en Asia Central para terminar de rodear a Irán, por el norte y a Rusia desde el sur.
Además, el acuerdo contempla la posibilidad de un reconocimiento popular a través de una consulta constitucional en Armenia para abandonar reclamaciones territoriales sobre Nagorno-Karabakh, una medida que ha generado rechazo tanto en Armenia como en Azerbaiyán.
El contexto de fondo, sin embargo, revela que este acuerdo forma parte de una estrategia mucho más ambiciosa: la reconfiguración de la influencia en Transcaucasia a favor de Estados Unidos y sus aliados, en detrimento de la presencia histórica de Rusia e Irán en la región.
Contexto Geopolítico
Para comprender las implicaciones de estos movimientos, es fundamental analizar el delicado equilibrio que ha caracterizado al Cáucaso durante décadas. La región, con Armenia, Azerbaiyán y Georgia, ha sido un escenario de conflictos armados, desplazamientos masivos y alianzas cambiantes. Nagorno-Karabakh, por ejemplo, fue reconocido internacionalmente como parte de Azerbaiyán desde su incorporación en la época soviética, pero fue controlado por armenios desde los años 90 a la caída de la URSS, hasta que en 2023 Azerbaiyán logró consolidar su control mediante una ofensiva militar que desplazó a una parte importante de la población armenia en esa zona y provocó la anexión del territorio y la expulsión de la población Armenia en un éxodo de un millón de personas (convenientemente no tratado por medios de comunicación por ser cristianos) y que ha dado paso a una resignificación y destrucción del patrimonio en un intento de borrar la historia.
El conflicto en Nagorno-Karabakh estuvo marcado por guerras devastadoras en los años 90 y una escalada en 2020 que produjo una victoria significativa para Azerbaiyán, respaldado por Turquía y con una Rusia vacilante debido al primer éxito de los occidentales: Nikol Pashinian, un hombre de George Soros, progresista y traidor como todo liberal colocado tras una revuelta de colores, muchos de los armenios que querían un «cambio para el país» lo lograron…pero no en la linea que querían, no hubo un «Make Armenia Great Again», los rusos, no intervinieron directamente porque las cláusulas de la OTSC no fueron violadas, por la división interna en la organización y porque Armenia había traicionado a Rusia para irse con un occidente que puso a los turcos en bandeja de plata a la nación armenia, sin embargo Rusia logró desplegar tropas junto con Turquía. La presencia de tropas rusas en la zona, tras un acuerdo de alto el fuego, había buscado mantener un equilibrio, pero la influencia de Moscú en la región se ha visto cada vez más limitada ante los avances occidentales.
El ingreso de Estados Unidos y, de manera más discreta, de Israel, en este escenario, responde a su interés estratégico en el control de rutas, recursos y alianzas. La creación de corredores estratégicos como el llamado Zangezur, que conectaría Azerbaiyán con Nakhichevan y, eventualmente, con Turquía, es vista por Occidente y sus aliados como un paso para fortalecer su presencia y presencia en la región, facilitando conexiones con Asia Central y el Medio Oriente, y cortando la influencia de Rusia en su zona límite oriental. Esta ruta con Asia Central permite a Europa y Turquía sortear la ruta de la seda China y dañar el tránsito marítimo desde el sur lo máximo posible.
La Estrategia de Estados Unidos e Israel en la Región
La participación activa de Estados Unidos e Israel en el conflicto y en los acuerdos recientes revela una estrategia claramente orientada a desplazar a Rusia y Iran, tradicionales actores influyentes en la región. Washington, con tentáculos en Europa, Oriente Medio y ahora en el Cáucaso, busca consolidar su presencia mediante la promoción de infraestructura, alianzas militares y proyectos económicos que fragmenten la influencia rusa e iraní.
Israel, además, ha establecido vínculos estratégicos con Azerbaiyán, motivado por intereses militares y comerciales que incluyen el control de recursos energéticos y la cooperación en tecnología militar y de inteligencia. La estrecha relación entre Tel Aviv y Bakú, marcada por acuerdos de cooperación en defensa y tecnología, constituye un elemento clave en la apuesta de Israel por ampliar su presencia en la región, en un contexto donde también busca reducir la influencia de Irán, de quien considera un enemigo estratégico al que hace pinza desde Azerbaiyán al norte y los países del Golfo adscritos a los Acuerdos de Abraham desde el sur.
Este escenario favorece a Estados Unidos e Israel en la medida que promueven iniciativas que debilitan la influencia de Rusia e Irán, a la vez que consolidan alianzas en torno a países que acusan a Moscú y Teherán de apoyar a movimientos separatistas y gobiernos contrarios a las agendas occidentales.
Implicaciones para Rusia e Irán
Estas acciones, sin duda, generan una gran preocupación en Moscú y Teherán, que ven en los movimientos occidentales una amenaza a su seguridad y a su esfera de influencia. La relación de Rusia con Armenia, y su interés en mantener un equilibrio de poder en la región, se encuentra bajo presión. La posibilidad de que Washington y Tel Aviv impulsen una mayor cooperación con Armenia y Azerbaiyán para aislar a Moscú, es una preocupación latente. El conflicto con Georgia, el distanciamiento con Armenia y la tensión creciente con Azerbaiyán denota ese retroceso ruso en la zona.
Por su parte, Irán, que comparte la frontera con Armenia y Azerbaiyán, ve con alarma la consolidación de estas alianzas occidentales, ya que Moscú ha sido un actor fundamental en la seguridad regional, a través de la OTSC, y en la mediación en conflictos como el de Nagorno-Karabakh. La estrategia de Estados Unidos, de promover acuerdos bilaterales y eliminar los mecanismos multilaterales tradicionales, reduce aún más la influencia de Irán y Rusia, generando una creciente tensión en un escenario ya de por sí complejo.
Irán también teme que los avances militares y económicos de Azerbaiyán, apoyados por Occidente, puedan fortalecer movimientos separatistas en su propio territorio, en particular en regiones como la provincia de Azerbaiyán Occidental, que han sido foco de tensiones en el pasado, de hecho desde Azerbaiyán existe un movimiento irredentista que desea anexar Tabriz, zona tradicionalmente turco-iraní. Irán ha hecho lo propio con la creación de una milicia chiita azerbaiyana, la Liwa Husseiniyoun, anti – Aliyev y proiraní. Sin olvidar el apoyo azerí a Israel en su guerra contra Irán.
Reconfiguración del Equilibrio Regional
El nuevo escenario en el Cáucaso apunta a una reconfiguración del mapa de poder, en la que Estados Unidos e Israel utilizan su influencia para fragmentar y controlar zonas clave, debilitando la presencia de Moscú y Teherán. La dinamización de rutas de transporte, la firma de tratados bilaterales y la destrucción de mecanismos multilaterales tradicionales son parte de una estrategia diseñada para consolidar una influencia occidental más profunda en una región históricamente marcada por rivalidades y conflictos.
Este proceso, sin embargo, también trae riesgos de escaladas militares, desplazamientos masivos, y de un incremento en la inestabilidad regional. La historia y los intereses estratégicos en juego hacen prever que el potencial de conflicto en el Cáucaso seguirá siendo alto en los próximos años, con Estados Unidos e Israel intentando consolidar su influencia y Rusia e Irán buscando mantener su influencia en un escenario cada vez más fragmentado.
Conclusión
El Cáucaso, por su posición geográfica y su riqueza en recursos, sigue siendo un punto clave para las grandes potencias. La firma de acuerdos auspiciados por Estados Unidos y la creciente influencia de Israel en la región, en un contexto donde Rusia e Irán ven amenazada su esfera de influencia, revela los cambios geopolíticos profundos que se avecinan. La clave para entender los próximos movimientos será observar cómo responden Moscú y Teherán a estas presiones, y si los actores regionales y globales logran encontrar un equilibrio que impida una escalada mayor.
Lo que está en juego no es solo la paz en el Cáucaso, sino también el control de rutas energéticas, recursos estratégicos y la definición de las alianzas del siglo XXI en una de las regiones más complejas y con mayor potencial de conflictos del mundo.