La reciente cancelación del acuerdo que permitía a Rusia mantener una base naval en Tartus marca un punto de inflexión significativo en la historia de Siria. Tras la caída de Bashar al-Assad en diciembre de 2024 y la llegada de un nuevo gobierno a Damasco. El Presidente Al Golani, líder de HTS – Al Qaeda y responsable de genocidio contra los alawitas y cristianos el pasado mes de marzo y desde mayo sus intentos contra los drusos ha emergido en Siria.
El nuevo gobierno busca redefinir la política exterior del país y distanciarse de sus antiguos aliados y acercarse a Estados Unidos, Turquía y Arabia Saudí. Esta decisión, junto con las prohibiciones comerciales impuestas a Rusia e Irán, señala un intento de Siria de navegar hacia un nuevo futuro y establecer relaciones más amplias con la comunidad internacional.
Un Golpe Estratégico para Rusia
La base naval de Tartus, un pilar de la presencia militar rusa en el Mediterráneo, ha sido durante mucho tiempo un activo estratégico clave para Moscú. Establecida en 1971 durante la Guerra Fría, la base permitía a la flota rusa proyectar poder naval en la región, apoyar operaciones militares en Siria y garantizar una presencia continua en el Mediterráneo.
Sin embargo, la rescisión del acuerdo de arrendamiento de 49 años, firmado en 2017, representa un duro golpe para los intereses rusos. La pérdida de Tartus limita la capacidad de Rusia para proyectar poder naval en el Mediterráneo, socavando su influencia en la región y potencialmente complicando su capacidad para apoyar a sus aliados en el futuro.
No olvidemos que la intervención rusa en Siria es paralela a la integración de Crimea y Sebastopol a la Federación rusa en 2014. Y que la flota rusa, en base a los Acuerdos de Montreaux y sus posiciones en Crimea y Tartous pudo dinamizar una ruta naval que le permitía apoyar a Bashar al Asad y, al mismo tiempo, proyectarse en el Mediterráneo Oriental, donde las flotas británicas y estadounidenses junto con la turca, egipcia e israelíe tenían presencia también
Un Vacío de Poder Llenado por Occidente y los Países Árabes
La caída de Assad fue precipitada por una ofensiva conjunta de facciones rebeldes islamistas, respaldadas en gran medida por potencias occidentales y países árabes. Este cambio en el equilibrio de poder ha creado un vacío que ahora están llenando Europa, Estados Unidos y los países árabes. Con una mayor participación en la reconstrucción y estabilización de Siria, estas potencias buscan consolidar su posición y promover una solución política al conflicto.
Las visitas constantes del líder sirio Al Golani en Arabia Saudí, sus reuniones con Donald Trump, en Azerbaiyán o Turquía, sus negociaciones (no tan secretas) con Israel para unirse a los acuerdos de Abraham, y el apoyo que desea prestar a Israel contra Hezbollah es un claro ejemplo de que Siria está en un nuevo régimen que daña a Irán y a Rusia.
El Camino Hacia la Estabilidad Sigue Siendo Incierto
El nuevo gobierno sirio se enfrenta a una tarea monumental: construir un sistema político en un país exhausto por más de diez años de guerra, con una alta conflictividad interna en los cuatro puntos cardinales: al oeste Israel y Líbano, al sur el ELS apoyado por Estados Unidos y los drusos, que no van a caer en la misma trampa que HTS – Al Qaeda (que controla el país) ya tendió a los alawitas, de desarmarse. Al norte el ENS en Azaz, apoyado por Turquía y al este del Éufrates, los kurdos.
Se están intentando medidas que aborde las necesidades de todas las facciones y promueva la reconciliación nacional, pero no es posible. Las prohibiciones comerciales impuestas a Rusia e Irán reflejan un deseo de distanciarse de la polarización regional y establecer relaciones más amplias con la comunidad internacional.
Sin embargo, la situación en Siria sigue siendo volátil, y los cambios en el equilibrio de poder podrían tener consecuencias significativas para la estabilidad regional y la lucha contra el terrorismo. La comunidad internacional, enemiga de Rusia, ha encendido varios focos: Ucrania, Transcaucasia, África, Irán y Siria.
Esto obliga a Rusia a replantear su posición en Oriente Próximo viéndose atrapado en la misma coyuntura que Estados Unidos, cuya política exterior pendulaba entre Israel y sus lobys y el interés en Arabia Saudí. A Rusia le pasa lo mismo, está atrapada entre el poderoso lobby israelí en Rusia y la idea de protección de los cientos de miles de judíos rusos en Israel y los intereses de Irán.
Sin embargo, la experiencia geopolitica y de inteligencia rusa en Oriente Próximo hace que tengan una capacidad de mantener un equilibrio entre los intereses de Moscú entre Teherán y Tel Aviv.
Un Nuevo Capítulo en la Historia de Siria
La cancelación del acuerdo de Tartus y la disminución de la influencia rusa en Siria marcan un nuevo capítulo en la historia de ambos países. Era obvio que en la agenda occidental que ayudó a Al Golani a llegar al poder era que tenía que desalojar a los rusos de Tartous, para eso gastaron muchos recursos en lavarle la cara pasando de ser un yihadista con una recompensa por parte de Estados Unidos a su cabeza, a un líder calificado de democrático por todo occidente.
Normalmente, cuando cae un régimen y le sustituye uno nuevo, se revisan acuerdos que anteriormente eran sacrosantos y se desmontan. Ahora más relaciones Rusia – Siria están empezando de nuevo.
Sin embargo, lo que Rusia no puede permitir es perder el Mediterráneo, y menos cuando está inmerso en una estrategia geopolitica en África tras la salida de Francia. Carrera en la que Rusia tiene un competidor en Marruecos, un estado que ha decidido llevar a cabo una estrategia geopolitica total en la región al tiempo que cae la influencia argelina.
Marruecos ofrece a los nuevos gobiernos de Malí, Burkina Faso y Níger salida al Atlántico a través de las costas ocupadas de la República Árabe Sáharaui Democrática y, también, apoyo en la formación de imames para combatir el yihadismo, imames formados en la escuela maliki (la más radical después de la Hambali) y que, además, consideran al Rey de Marruecos como Emir de los Creyentes por lo que la estrategia marroquí es total: dinero, inversiones, comercio, logística, politica, dinero y religión.
Rusia ofrece su experiencia en la lucha antiterrorista y una proyección geopolitica mayor en los nuevos foros euroasiaticos y el BRICS. Pero ¿Qué necesita Rusia?. Si la base de su proyección geopolitica en Oriente Próximo partía del Puerto de Tartous, Rusia necesita un puerto…y ese puerto no va a estar en Egipto o Túnez, ni en la inestable Libia y mucho menos Marruecos…el único candidato es Argelia.
Una base rusa en Argelia permitirse a Rusia tener una ruta Sebastopol – Argelia (más amplia que la Sebastopol – Tartous), posicionarse cerca del estratégico estrecho de Gibraltar y las bases de la OTAN de Estados Unidos en Morón, Rota y la británica de Gibraltar.
Rusia tendría el seguro del mar y la costa Argelia como puntal para su misión en el Sahel y Argelia podría apoyarse en Rusia y su influencia para recuperar, en una carrera diplomática contra el régimen marroquí, la influencia perdida en la región.