La geopolítica de Oriente Próximo ha sido siempre muy delicada desde la antigüedad. Con la caída de Babilonia y la embestida persa hacia Grecia, posteriormente contestada por Alejandro Magno y los reinos helenísticos, manteniendo Oriente Próximo dividido en dos: la zona cananea y la alta Mesopotamia romana frente a la baja Mesopotamia persa encontramos una serie de reinos bisagra más o menos independientes que conservaron cultura, lengua y cierta autonomía.
Uno de estos reinos era el de Osroene de Edesa, en la zona de influencia romana, de estilo helenístico pero cultura y lengua siriaca (es decir; aramea), situado en la Mesopotamia superior, cuna de los imperios asirios haciendo frontera entre romanos y persas obtuvo la independencia tras la caída de los seléucidas y estuvo influenciado por armenios, griegos y partos aunque en situación de semiautonomía y ser conquistada en tiempos de Pompeyo. Su dinastía, los abgaridas, gobernaron la ciudad.
Abgaro V, también llamado Abgar Ucama (Abgar el negro), gobernó la ciudad en dos periodos: del año 5 al 7 d.C. y del 13 al 50 d.C., era, según Moisés de Chorene (historiador armenio de la antigüedad tardía) el marido de Helena de Adiabene aunque algunos la vinculan con Monobaz I, que sería su hermano y esposo y por tanto de origen o cultura helénica. En todo caso, Helena de Adiabene se conertiría al Judaísmo y se establecería en Jerusalén en torno al año 30, muriendo en el 56 d.C.
En todo caso, la leyenda de la carta de Abgaro V es recogida por Eusebio de Cesarea (263-339) y fue Obispo de Cesarea, exégeta y padre de la historia eclesiástica) que la cita en su primer libro de Historia Eclesiástica. En estos libros, de claro objetivo apologético, cuenta que encontró las cartas que se eniaron el Rey Abgaro V y Jesucristo y que a día de hoy son muy importantes para la Iglesia Cristiana Ortodoxa Siriaca.
En todo caso Eusebio de Cesarea cuenta que mientras Jesús estaba en Jerusalén haciendo milagros acudían personas de todo el mundo antiguo a presenciar esos milagros, Abgaro V, enfermo de una dolencia que no especifica pero que describe como incurable y que tenía todo su cuerpo destrozado gobernaba la ciudad de Edesa de una forma excelente. Edesa estaba más allá del Éufrates y a él llegaron noticias sobre Jesús y el rey se decidió a escribirle para pedir que le curara de su enfermedad con la siguiente misiva que Eusebio incorpora a su relato y que había encontrado en los archivos en idioma siriaco:
- Abgaro, rey de Edesa, a Jesús el Salvador, que se ha manifestado en Jerusalén.
- He oído hablar de las curaciones que has hecho, sin usar hierbas, ni otros remedios ordinarios.
- Y sé que devuelves la vista a los ciegos, y que haces andar a los cojos, y que limpias la lepra, y que arrojas los demonios inmundos, y que curas las enfermedades más crónicas, y que resucitas a los muertos.
- Y, oyendo tales cosas, me he persuadido de que tú eres Dios, o Hijo de Dios, y que estás en la tierra con el fin de realizar esas maravillas.
- Y por eso te escribo, para suplicarte que vengas a mí, y que me cures de la enfermedad que me atormenta.
- Y he oído decir que los judíos murmuran de ti y que te preparan celadas.
- Y yo poseo una ciudad que es pequeña, pero honesta, y bastará para los dos.
En el texto de Eusebio de Cesarea este declara que Jesús leyó y escribió de su puño y letra la siguiente contestación en siriaco que fue entregado por Ananías:
- Bienaventurado seas, tú, Abgaro, que crees en mí, sin haberme conocido.
- Porque de mí está escrito: «Los que lo vean no creerán en él, a fin de que los que no lo vean puedan creer, y ser bienaventurados.»
- Cuanto al ruego que me haces de ir cerca de ti, es preciso que yo cumpla aquí todas las cosas para las cuales he sido enviado, y que, después de haberlas cumplido, vuelva a Aquel que me envió.
- Y, cuando haya vuelto a Él, te mandaré a uno de mis discípulos, para que te cure de tu dolencia, y para que comunique a ti y a los tuyos el camino de la bienaventuranza.
Más allá de esta misiva, Jesús dejó claro que no iba a ir a verle pero que le enviaría a un discípulo tras su resurrección.

Cuenta Eusebio que Judas Tomás envió a Edesa a Tadeo, uno de los setenta seguidores de Jesús, (este Tadeo no es el Judas Tadeo apóstol sino que correspondería a Addai, de religión judía y que junto con San Mari serían los santos patronos de los pueblos persa y asirio). Sobre San Addai existen muchas fabulaciones, historias apologéticas y mitos que hacen difícil identificar el trasfondo histórico del personaje. Algunos creen que el santo podría ser ficticio o un personaje muy oscuro en la historia, tanto que su figura real se ha desdibujado. Curiosamente, Addai aparece en los textos apócrifos del primer y segundo apocalipsis de Santiago y en la Doctrina de Addai, leyenda apócrifa que cuenta esta historia de las cartas entre Jesús y Abgaro V en siriaco, añadiendo la historia del Maldilyion, pero la Doctrina de Addai es del siglo IV-V, un siglo después de la historia contada por Eusebio de Cesarea.
La historia contada por Eusebio dice que Tadeo se hospedó en casa de Tobías, en la ciudad del Rey Abgaro V y comenzó a predicar y a hacer milagros y Abgaro sospechó que Tadeo podría ser el discípulo que había sido prometido por lo que hizo llamar a Tobías y Tadeo ante el rey que les recibió con lo líderes de su pueblo tuvo una visión cuando vio entrar a Tadeo en el salón (supuestamente el salón del trono) y se prosternó ante el enviado.
Tras una breve conversación en la cual el rey preguntó a Tadeo si era el enviado de Jesús y declararle este que sí, el enviado le dijo que según la fe que tuviera así se curaría. El rey replicó que creía y añadió que quiso llevar un ejército a Jerusalén a castigar a los judíos que habían asesinado a Jesús y que si no lo había hecho era por miedo al Imperio romano. Tras estas palabras Abgaro declaró que creía en Jesús y en su padre, dejando clara la teología cristiana que se estaba condensando (hay que tener en cuenta que esto lo escribe Eusebio de Cesarea fue obispo del 316-339, en pleno auge de la cristología, la definición del Cristianismo y el Concilio de Nicea I, que era ecuménico y dogmático al definir y redactar el primer Credo, del 325) semejante declaración sería un anacronismo porque estos hechos se habría producido antes o a la par del Concilio de Jerusalén.
Tras esto, Tadeo impuso las manos sobre Abgaro en nombre de Jesús y quedó curado así como Abdón, hijo de Abdón, que sufría de gota. Curó a muchos más ciudadanos de Edesa. Abgaro V quiso que el discípulo predicara pero este les citó para que al día siguiente convocaran una asamblea con todos los habitantes frente a los que él predicaría y sembraría en ellos.
Sin embargo a Abgaro V se le han añadido varias leyendas y la sospecha que el profeta Ágabo citado en los Hechos de los Apóstoles 11:27-30 que profetizó una hambruna (la hambruna de Claudio) y que habían descendido a Jerusalén desde Antioquía pudiera ser el mismo rey Abgaro V, debido a esta profecía los discípulos decidieron enviar auxilio conforme lo que tenían a través de Saulo (Pablo) y Bernabé hacia Judea y que la Antioquía donde estaban no era la Antioquía del Orontes sino Antioquía de Edesa aunque esa es una teoría moderna de Robert Eisenman. Sin embargo es posible que Abgaro V protagonista de la historia de Eusebio de Cesarea y el Ágabo de Hechos de los Apóstoles sean dos sujetos históricos diferentes confundidos por la similitud de los nombres.
Otro tema interesante es el de la leyenda del Mandilyion la cual se cuenta en la Doctrina de Addai (una versión siriaca de esta historia arriba contada) que Hanan, archivero del rey envió la carta a Jesús y volvió con «la imagen de Jesús» que encontró en la casa de Gamaliel (rabino y maestro de San Pablo citado por este y en Hechos de los Apóstoles que lo identifican como Rabino y Fariseo y que es un personaje histórico totalmente identificable). Ese paño se ha identificado tanto con el paño de la Verónica como con la Sábana Santa. La Doctrina de Addai dice que el rey tocó y se curó aunque esta es una versión algo más tardía de la historia recogida por Eusebio aunque es, también, una mención antigua (siglo IV-V) que habla ya de una imagen de Jesús, el Mandilyion que no sólo habría curado al rey sino que, en el mundo del arte, habría cambiado la representación de Jesús de un pastor romano imberbe en las catacumbas de roma durante el cristianismo temprano a los iconos con la representación de Cristo como el del monasterio de Santa Catalina, el Pantócrator del Sinaí del siglo VI, aunque esto es otra historia.
El reino de Osroene fue conquistado en 114 por los romanos quedando como estado satélite semiautónomo hasta que en 214 quedó incorporada al Imperio como provincia del Imperio romano pasando de manos Sasanidas a romanas y bizantinas hasta la conquista definitiva por el Califato Rashidun quedando en la esfera árabe-islámica hasta hoy.