El inicio de las campañas de la «Primavera Árabe» encendió en Marruecos un debate que ha sido tabú desde hace décadas y es el establecimiento de un estado secular. Un estado secular implica la separación de la religión y el poder político pasando, en este caso el Islam, a un plano personal y social.
Desde el punto de vista sociológico es muy complicada la separación de religión islámica y política debido a la vertiente social de esta religión que copa y regula todos estos ámbitos.
En Marruecos, sin embargo, la religión no es una mera cuestión teológica personal de creencia en una entidad superior y en la revelación del Corán, para nada, es más, va más allá del peso del ritmo social del país cuyo eje vertebrador a nivel cultural tiene, en el Islam, una de sus bases más amplias y profundas. No se puede, ni se debe, desislamizar o arrancar la trascendencia religiosa de un pueblo.
No es, como digo, una cuestión o un debate sobre la voluntariedad de ciertas costumbres, usos o tradiciones en Marruecos sino una estructura mucho más profunda como es la política. Una gran parte de la legitimidad del gobierno de Marruecos, en manos de Mohamed VI, es su posición como Amir al Muminin (príncipe de los creyentes).
Esto significa que, a nivel religioso, Mohamed VI vive en un principado (es decir; el rey es el primer musulmán del Reino mientras que en el Califato, que sería un dominado, el Califa es el dominus, jefe, de todo el Islam). Esto legitima al poder real frente a sus súbditos y demás creyentes de la rama marroquí de la escuela malikí (endémica en Marruecos) y demás corrientes oficialistas del país que le consideran como su líder.
Si bien las leyes del Islam en el principado que implica ser Amir al Muminín tienden a ser más laxas que en dominado califal, lo cierto es que este poder no es cosa baladí ya que es un elemento que afecta también a la lealtad de sus súbditos fuera del territorio. A través del ejercicio de la religión el marroquí tiene un contacto con su rey que es legitimado como tal dentro y fuera del país.
Mención aparte los islamistas y demás radicales de corte salafo-wahabí, muy reprimidos en el país no por su visión del Islam sino porque esta es incompatible con la existencia del propio rey y amenaza la estabilidad de su trono sostenido, sobre todo, por Francia y España que temen una desestabilización en el Magreb Occidental sur teniendo en cuenta lo que hay en las regiones del Sahel.
La laicidad es imposible no sólo por la propia voluntad del rey sino por la inexistencia de un clero como el Católico o el Chií que sostenga una estructura religiosa que mantenga a salvo la ortodoxia y repudie la herejía venga del espectro que venga. La construcción del sunismo, al ser horizontal y casi mancomunada, ha demostrado a lo largo de los siglos ser muy permeable a movimientos político-religiosos de toda índole, sobre todo si beneficiaba de algún modo tanto al poder económico como al religioso y a las capas populares.
De tal forma que el Rey en Marruecos es el puntal que sostiene la estabilidad religiosa en el país y, aunque lo deseara, no podría rechazar esa posición ya que al no existir un cuerpo ni una estructura colegiada de líderes religiosos ¿quién lo tendría?; ¿un consejo de ulemas que pudiera rivalizar con el Rey y se vieran tentados a crear una República Islámica en Marruecos?, ¿los partidos políticos islamistas marroquíes?, ¿una estructura del gobierno o del estado?.
Es más fácil y seguro que el secularismo avance en el plano social con la normalización de los marroquíes con su religión que el poder opte por esta opción y abandone el control religioso, sobre todo cuando vemos que en Marruecos el avance del secularismo o del Islam como elemento cultural normalizado en el cual se ejerce la religión de forma normal como el Cristianismo en Europa, y eso lo cuentan muchos marroquíes no tan mayores, no deja de ceder terreno frente a una reislamización radical apoyada por los medios de comunicación (especialmente tras la llegada de los canales qataríes o saudíes al país).
Esta reislamización tan rápida de la sociedad bajo parámetros culturales diferentes (no es lo mismo Marruecos que Arabia Saudí) unido a la labor en las redes sociales y la juventud de las personas que reciben el mensaje hizo que el gobierno no sólo no combatiera esta reislamización sino que la condujera en su propio beneficio. ¿Cómo? mediante el control de los discursos en las mezquitas (especialmente las jutbas de los viernes), las madrasas y escuelas a fin de canalizar la reislamización en su plano político hacia una nueva marroquinación cuyo objetivo es reforzar el poder religioso del Rey.
El control que se ejerce por parte del gobierno sobre la religión hace que exista una línea de legitimación paralela a la del propio poder político, de ahí que el secularismo, visto no como ateísmo sino como respeto a la libertad del individuo, no pueda ser tolerada ya que eso equivaldría a permitir la aparición de cualquier partido político en Marruecos.
El secularismo y el humanismo vinculado al mismo permitiría el respeto a la libertad de conciencia, religión y la protección del mismo por la ley lo cual permitiría a los marroquíes, por ejemplo, declararse ateos y no practicar su religión en ninguna forma más allá de algún convencionalismo social, permitiría a los musulmanes marroquíes convertirse a otras religiones o ramas del Islam lo cual llevaría inevitablemente a un cuestionamiento de la legitimidad real.
Algo parecido, salvando las diferencias, está pasando en Inglaterra con el hecho de que el monarca sea la cabeza de la Iglesia Anglicana ¿eso excluye a los demás ciudadanos británicos no anglicanos como católicos, musulmanes, sij, hindúes o judíos de la nación británica?, no…¿Esto cuestiona la legitimidad de la monarquía británica?, no.
Pero en Marruecos, por su singularidad social y política donde la religión es la columna vertebral de todo, ceder, abandonar o perder ese poder puede ser la antesala para la caída en desgracia del trono de ahí la importancia en mantener un sistema religioso con apariencia secular de cara a los ojos de Occidente pero que, en realidad, es un sistema islámico parlamentario.
Actividades como el proselitismo, la apostasía o no cumplir con los preceptos religiosos del Islam como el artículo 222 del código penal marroquí que prevé sanciones contra los que no cumplan con el Ramadán es clara prueba de ello. Marruecos es una monarquía absolutista islámica cuyos tentáculos religiosos, como Amir al Muminín, no pueden cuestionarse ya que no es sólo una forma de legitimación política sino una forma de control interno y de expansión estratégica geopolítica en los países con una gran cantidad de inmigrantes marroquíes y sus comunidades (siempre y cuando no hayan sido ideologizadas por el salafismo o el wahabismo).
En Marruecos ha existido la idea, promocionada desde la época de Mohamed V (e incluso antes) de que el estado marroquí es el recipiente de la nación marroquí cuya seña de identidad es el Islam dejando fuera de esta denominación a todo aquel marroquí no musulmán de nacimiento o musulmán no creyente.
La identificación del espectro nacional con el étnico a través de la arabización en un estado escindido racialmente donde habitan amazighs, (bereberes) o saharauis y el religioso ha creado un componente nacionalista muy fuerte que ha hecho que esa masa marroquí legitime al Rey como el guardián de la nación árabe y musulmana de Marruecos. Como vemos todo: etnografía, religión, política y nacionalismo está mezclado y legitimado por la presencia del propio Rey, esa base son los cimientos del trono como empresa colectiva.
El monarca es la base existencial de este pueblo aunque para ello expulse de su espectro de lo que es ser marroquí a todo aquel no musulmán por las razones que sea. La importancia del plano religioso en Marruecos es histórico y tan poderoso a todos los niveles que existe una lucha por el control de ese espacio, el poder religioso (que tiene dueño en el trono) está siendo disputado por diferentes grupos religioso; especialmente los islamistas de todo espectro.
El Islam en Marruecos es la llave para controlar el país y tener el poder; de ahí que no sea posible una secularización como iniciativa política si esta no se da por parte de la propia sociedad que relativice la importancia del Islam en sus vidas y establezca una normalidad entre fe y vida civil aunque todo apunta a que esto no se va a dar. (Foto:Wikipedia)
VÉASE TAMBIÉN
Marruecos y la represión del Rif
Estados Unidos vende tanques Abrams a Marruecos
El peligro del Islam político y social
La infiltración wahabista en Occidente
¿Quiénes son los Hermanos Musulmanes?
Salafismo, Wahabismo y Takfirismo ¿qué es?
Hizmet, el gran enemigo de Erdogan
Arabia Saudí y el islamismo militante
Estado Islámico movimiento político
Guerra de los terroristas: Al Qaeda vs Estado Islámico