Arabia Saudí y el islamismo militante

Desde la caída del Imperio Otomano y la época de los mandatos británicos en Palestina e Irak así como el mandato francés en Siria. Arabia Saudí había quedado convertido en un nuevo estado feudal gobernado por una gerontocracia tribal que controlaba los lugares santos del Islam. Los británicos querían a los saudíes tanto como para darles una gran parte de la península arábiga pero no tanto como para dársela toda.

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Arabia tendría contrapesos en su área natural. Países como Qatar, Bahrein, Abu Dabi, Ajmán, Dubái, Fuyaira, Ras al-Jaima, Sarja y Umm al-Qaywayn (estos siete países acabarían formando Emiratos Árabes Unidos), la ibadí Omán, Yemen del Norte y Yemen del Sur (reunificadas en Yemen en los años noventa).

Arabia Saudí aparte del control de La Meca y Medina no tenía mayor peso islámico. La capital del último Califato había sido Estambul (que tantos momentos de gloria había dado al Islam), a nivel de eje central, dogmático, hermenéutico, jurídico-religioso y teológico la capital del Islam sunita estaba en la Universidad de Al Azhar de El Cairo en Egipto. La escuela jurídica islámica de los malikitas dominaban el Norte de África, la Shafií las costas orientales de África y Sudeste Asiático y la Hanafí llegaba desde los Balcanes hasta el centro de Asia.

La escuela de Arabia era la rigorista Hambalí, nacida como respuesta a los Mutazila mil doscientos años antes, y que sólo era mayoritaria en la inmensa y poco habitada península arábiga. Sin embargo la Familia Real Saudí era depositaria y promocionaba entre los peregrinos, con escaso éxito, el Wahabismo; una suerte de corriente nacida del hanbalismo pero que rechazaba cualquier tipo de interpretación y escuela jurídica, era profundamente puritana y pretendía una vuelta a los orígenes del Islam calificándose como auténtica heredera intacta del mensaje de los tiempos de Mahoma.

Esta corriente, nacida en el siglo XVIII, arraigó en los desolados páramos de Nejd (centro de Arabia) lugar de origen de la Familia Real Saudí. Los saudíes construyeron su reino con esta corriente como ideología múltiple que les servía para legitimarse en el poder por la unión entre la dinastía y la ideología, para regular el orden socioeconómico y crear un destino nuevo.

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El Wahabsimo significó que la escuela Hanbalí, aunque tolerada relativamente, sería superada por una nueva ideología que dinamizaría el dominio social de los territorios postotomanos de Arabia Saudí de la misma manera que ofrecía una excusa para contener otras ideologías islámicas como el sufismo, chiismo  o el modernismo ya que el Wahabismo es una ideología fuertemente autoritaria y contraria al modernismo.

Sin embargo la cuestión era peligrosa; Arabia Saudí era la única monarquía wahabista de la zona en unos momentos (años cincuenta, sesenta y setenta) en los que reinaba un panarabismo laico socialista en varios países como Egipto (Gamal Abdel Nasser), Siria (Hafez al Asad), Irak (Sadam Hussein), monarquías absolutas pero moderadas como la Jordania del Rey Hussein o una Turquía laica y nacionalista o la Monarquía iraní.

Arabia Saudí era una isla en medio de un torbellino en la cual no tenía herramientas culturales ni religiosas pero que vio en el petróleo y en el inicio de las relaciones estrechas con Estados Unidos el momento clave. El Wahabismo, que había sido promocionado por los británicos iba a ser aprovechado por Estados Unidos. Tres grandes hitos iban a cambiar el rumbo de la historia: la vinculación de los dólares al petróleo por parte de Nixon, el triunfo de la Revolución iraní y la Guerra de Afganistán.

El triunfo de la revolución iranífue un shock dentro de todo el mundo islámico, tanto monarquías como repúblicas socialistas vieron que en las bajas capas de la sociedad diferentes agrupaciones religiosas iban realizando trabajos sociales que correspondían al estado y tenían poder para derrocarles, curiosamente sólo Arabia Saudí, con su teocracia que había sobrevivido al panarabismo socialista y había enterrado a los moderados se convertía en un rival capaz de dar una respuesta islámica a la revolución chiita.

La Guerra de Afganistán contra los Soviéticos puso a prueba a Arabia Saudí, que se decidió a volcarse en ese conflicto en base a su ideología wahabista y al yihadismo, la lucha armada para la defensa y expansión del Islam, que era uno de los ejes vertebradores de esa ideología y que por primera vez desde la I Guerra Mundial se ponía a prueba.

Estados Unidos permitió a Arabia Saudí producir miles de textos religiosos a favor de la yihad, financió centros de estudios islámicos, madrasas y mezquitas de corte wahabista a nivel mundial y montó una red internacional de captación y desplazamiento de combatientes en el mundo islámico cuyo primer objetivo era Pakistán y, de ahí, Afganistán.

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Arabia Saudí, de repente, de ser un país en el exterior del mundo islámico, se encontró en el centro del mismo con la decadencia del panarabismo laico y comenzó a iniciar su ascenso para crear una nueva era donde el eje central sería el panislamismo yihadista militante y tradicionalista. Rápidamente los medios saudíes comenzaron a expandirse dentro del mundo islámico y desde Indonesia hasta Marruecos fue enviando misioneros que, mediante la dawa, iban predicando el Wahabismo como la forma primaria del Islam.

La labor de la prensa y la televisión saudí, la compra masiva de terrenos, la construcción de mezquitas y la fundación de organizaciones internacionales de caridad y dawa así como la construcción desenfrenada de universidades fueron haciendo calar esta ideología en todo el mundo islámico. Los Hermanos Musulmanes, los salafistas y otros grupos, en este frenesí, también se beneficiaron.

Todo ello mientras que los voluntarios yihadistas, al modo de brigadas internacionales, no luchaban en Afganistán por la liberación del pueblo afgano invadida por la Unión Soviética sino que la guerra era vista como una defensa del Islam frente a otra potencia no musulmana que les atacaba. La venta de este discurso, incluso en occidente, hizo que miles de jóvenes descontentos con sus gobiernos laicos, anquilosados, corruptos y religiosamente deficientes fueran cuestionados cada vez más.

Una tormenta se avecinaba con el apoyo masivo de Estados Unidos que pretendían arrastrar a la URSS a su propio Vietnam y levantar a los cuarenta millones de musulmanes del Asia Central Soviética y provocar su colapso. Sin embargo el mensaje caló dentro del mundo islámico que, además, veía en Irán un ejemplo de como una revolución religiosa había acabado con un líder secular.

La salida de la URSS de Afganistán fue vista como la victoria del Islam sobre los infieles y dio prestigio a todos los yihadistas que habían participado en ella desde Al Qaeda, hasta los talibanes, Hezbi Islami y decenas de grupos más. Arabia Saudí, con sus petrodólares, estaba ya fagocitando todo el mundo islámico: salafismo y wahabismo desplazó a las antiguas escuelas jurídicas del Islam que eran vistas como anticuadas, decadentes y erradas en todo su corpus y el poder de líderes políticos y religiosas sustentados sobre ella comenzaron a temblar.

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Los yihadistas de vuelta a sus países alentaron la lucha social en esos países y se dio inicio a una dialética que continúa vigente en muchos lugares del mundo: los gobernantes musulmanes y su sistema (socialista, monárquico moderado, las corrientes y escuelas jurídicas ya mencionadas) son los culpables de la decadencia del mundo islámico y por su impiedad deben ser derrocados y la única forma de derrotarlos es mediante la yihad por la cual el grupo armado (que representa la forma correcta del Islam) tomará el poder y acabará con los problemas internos volviendo a ser fuertes como en tiempos del Califato.

Esta ideología pronto generó problemas como el Levantamiento de Hama de 1982 en Siria, la creación del Emirato Islámico de Afganistán, la aparición de grupos armados yihadistas en Palestina que rivalizaban con Arafat, la persecución interreligiosa en Pakistán, la desestabilización de Egipto, el nacimiento de AQMI (Al Qaeda en el Magreb Islámico) que asolará Argelia etc…

En Chechenia o Bosnia pero también en Indonesia o Filipinas el wahabismo se hará presenta en la forma de la ideología central sobre la que descansa la actividad armada yihadista. El modelo de Arabia Saudí se expandirá en los noventa a Occidente a través de los canales por satélite en árabe adscritos a esta corriente pero, también, en diferentes redes de captación en mezquitas y centros comunitarios islámicos y, más recientemente, con la aparición de Internet.

Se cebará en jóvenes inmigrantes o en los hijos de estos, que serán más radicales que sus propios padres, en este caso el wahabismo será una vía de escape para sublimar problemas de adaptación e identidad en una sociedad de la que no se sienten parte pero, también, llegará a los conversos al Islam que, muchos de ellos, serán radicalizados.

Independientemente de los que se unen a grupos armados, existen muchos musulmanes que pertenecen a esta rama islámica condenada en varias ocasiones por algunos teólogos y ello es por la labor de propaganda internacional y totalmente sobrefinanciada que Arabia Saudí ha llevado a cabo para convertirse en líder dentro del mundo islámico no sólo como estado rico y potencia económica sino como eje central de un sistema ideológico diferenciado de sus vecinos con los que compite.

Por Koldo Salazar López

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